“Plena presencia en la página de hoy”
La mejor página de un libro que se lee es aquella en la que vamos. No es necesariamente la que más nos gusta, pero sí es la que nos permite la conexión con la obra. Tal cual es la vida.
Con seguridad hay páginas a las que quisiéramos volver, esas que nos evocaron una emoción placentera, que nos permitieron visualizar un paisaje hermoso o que nos ayudaron a descubrir algo que ni siquiera imaginábamos. Hay otras hojas a las que no quisiéramos volver, porque contienen palabras que no nos gustaría repetir, llenas de sentipensamientos que nos generan angustia, dolor, rabia, miedo, desasosiego o ansiedad. Sin embargo, esas páginas que leemos y nos permiten experimentar todo aquello que en principio parece negar el amor también tienen su encanto. Sin ellas la obra no tendría sentido: la gracia de las novelas, por ejemplo, está en los enredos entre sus personajes, los conflictos evidentes, las envidias y los celos, los desencuentros que estuvieron a punto de no serlo, los dramas que cada quien vive. Cuando una novela carece de aquello que nos aleja del amor, decimos que no pasa nada, que es demasiado rosada y sentimos que no hay los elementos necesarios para engancharnos a la historia, aquellos que tocan nuestras emociones más profundas y por medio de los cuales nos identificamos con alguien en la trama. Pero aún en las novelas rosa, se manifiesta la incertidumbre.
Escribimos día a día nuestra propia novela, sin saber a ciencia cierta cuántos capítulos va a tener y cuál será el verdadero desenlace. Vamos en la página de hoy, con lo que estamos experimentando aquí y ahora. El mejor día es hoy, el único, pues es el que nos permite estar plenamente presentes en nuestra existencia y ocupar el lugar que nos corresponde en el mundo. Es posible que anhelemos otros días, aquellos que consideramos como buenos tiempos, y que -en contraste- haya períodos de vida de los cuales no queremos ni acordarnos. Pero, si nos quedamos anclados en las páginas anteriores, en días ya vividos, perdemos la maravillosa oportunidad para conectarnos con la vida tal como nos está sucediendo, con todo lo que trae. Parte de la responsabilidad vital que tiene cada ser humano es conectarse con su vida en tiempo presente: con el hambre que se siente a esta hora, con el júbilo que produce presenciar un amanecer, con el abrazo en el que se da el encuentro con otro…
Solo podemos escribir un libro de la vida en este momento: el nuestro. Otros libros nos pueden parecer atractivos y llamar nuestra atención; incluso podemos llegar a creer que son mejores que el propio. En la feria de las comparaciones habrá otras novelas que nos parezcan invivibles. Más allá de ello, cada quien está escribiendo su propia historia con los recursos que tiene a su disposición, sin que en realidad se pueda juzgar qué vivencia es mejor que otra, pues todos vivimos solo aquello que nos corresponde. Nada más ni nada menos. Y aunque podemos escribir en pasado o en futuro, lo más interesante de este viaje es escribirlo en presente, con todo lo que sucede en el devenir de la existencia.