¿Cómo se explica el triunfo de Bolsonaro si no contaba con los mismos espacios en TV, su maquinaria partidista era ínfima en comparación con la de Lula y Haddad, el Partido Social Liberal no había estado nunca en el poder, él mismo no había sido candidato a la presidencia y, para completar, tenía en su contra a todo el aparato mediático y las redes de la izquierda continental?
Frente a este interrogante de fondo, hay dos tipos de respuesta. Las generales y las particulares.
A nivel general está claro que la población no quiere regresar al clima de corrupción, inseguridad y desidia que imperó durante los varios lustros de dominación del Partido de los Trabajadores.
De hecho, el breve gobierno de transición de M. Temer sirvió justo para que los ciudadanos rechazaran, reflexivamente, el pasado izquierdista y, al mismo tiempo, se ilusionaran con la contundencia y claridad del proyecto Bolsonaro, asociado a la idea de una “nueva independencia”.
Curiosamente, el expresidente Lula conservaba altos índices de popularidad pero, lejos de traducirse en un verdadero apoyo orgánico y estructural, esa atracción que ejercía se diluyó en la prisión y no pudo transferirse a su pupilo.
En tal sentido, el egocentrismo (narcisismo) del expresidente se hizo tan evidente que, muy serenamente, los ciudadanos que en primera vuelta se inclinaron por los partidos de centro terminaron decidiéndose por la derecha en la segunda, relegando por completo a su heredero.
La triste historia de la expresidenta Dilma Rousseff, quien ni siquiera alcanzó una curul en el Senado y ha quedado prácticamente marginada de la vida política, pasó a ser otra clara muestra del mismo fenómeno, es decir, del hastío en que se encontraban, incluso, los propios votantes de una izquierda que, por lo visto, se comporta de modo mucho más responsable y consciente que en otros países del vecindario.
A nivel particular, el triunfo se explica aún mejor. De manera racional y por convicciones muy firmes, el ciudadano tuvo oportunidad de comparar dos modelos de gobierno, dos paquetes de políticas y dos estilos de toma de decisiones completamente distintos.
Al no haber explotado míticamente y de modo estrafalario el atentado que puso en peligro su vida, Bolsonaro invitó, más bien, a contrastar su programa de gobierno con el de Haddad, de tal modo que, en vez de apelar a los impulsos y al instinto, recurrió a la madurez política de los brasileros para alcanzar un mandato suficientemente sólido.
En resumen, ese ejercicio comparativo, altamente sensato y prudente, les permitió a los brasileros decidir entre una socialdemocracia populista y contemporizadora con las dictaduras chavistas en el área, y un modelo de competitividad, emprendimiento y ejercicio de la autoridad para defender las libertades públicas e individuales, tanto en Brasil como en todo el hemisferio.