El ministro Murillo que ya lleva varios meses en el cargo y desempeñó cabalmente su tarea como embajador ante la Casa Blanca no está aterrizando en un campo desconocido. Se diría que lleva casi dos años de excelente preparación.
Aparte de los temas que son propios y no siempre fáciles del trabajo de la Cancillería, estamos viviendo en un mundo muy complejo que demanda de sus protagonistas en el área internacional muy buena información, apropiados conocimientos, y un manejo muy cuidadoso, en ocasiones sutil. La verdad es que Colombia ha perdido mucha vigencia en el mundo internacional. Y, algo que no había ocurrido, se utiliza la ruptura de relaciones diplomáticas con una frecuencia que jamás habíamos conocido. Como si no existieran más herramientas en la vida diplomática para manejar los desacuerdos o los desencuentros con otras naciones. El propio ministro Murillo formalizó la ruptura de relaciones diplomáticas con una nación que ha tenido enorme significado con respecto a los temas de seguridad en Colombia
Infortunadamente, el interés de la ciudadanía colombiana y aún de personas que ocupan cargos de dirección en el sector empresarial por los temas de la política internacional es muy precario. Parece que no formamos parte del mundo globalizado. Y que no se aprecian todas las oportunidades y ventajas que una apropiada inserción de Colombia en ese mundo podría tener para nuestro mejor bienestar.
La tarea que tuvo el ministro Murillo en Washington no era fácil. Y la supo llevar de la mejor manera. Y la que ha tenido como canciller encargado ha sido también muy compleja. Recordemos el tema de los pasaportes o el de las relaciones con Venezuela o con Argentina.
Quiero llamar la atención sobre un tema que hasta el momento ha merecido muy poca consideración, casi diría que ninguna, por parte de los medios de comunicación o de la Academia o de otras instituciones o de agencias que no se pueden permitir el lujo de no valorar el significado de lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir. Me refiero al gravísimo problema entre Venezuela y Guyana por la región del Esequibo. Venezuela cada día adopta una actitud más nacionalista, más patriotera, más beligerante frente a esa pequeña nación. Alega ser la propietaria del Esequibo y sus inmensos recursos petroleros y mineros, maneja una retórica abiertamente inconveniente sobre el tema, ha generado una situación casi de razón de ser, dicen algunos, de las fuerzas militares frente a este tema y como que acusa de antipatriota a cualquier ciudadano que no esté de acuerdo con este tipo de comportamientos. La verdad es que ha habido un escalamiento militar tanto aéreo como marítimo que ha obligado a países como Gran Bretaña y Estados Unidos a realizar gestos de naturaleza militar que buscan enviar un mensaje de apoyo a este pequeño país.
Sería una verdadera catástrofe de nuestra política internacional continuar con la pasividad frente al desafío descomunal de todas las normas internacionales y de las mejores tradiciones de nuestra región en materia de respeto a la soberanía territorial de los países. El silencio de la Organización de Estados Americanos y de otras agencias multilaterales es inaceptable. Hay demasiados ejemplos de la amenaza y la intimidación permanente del gobierno de Maduro contra Guyana. Defender principios que han sido sagrados en nuestra tradición de manejo de la política exterior como el del rechazo a la utilización de la fuerza para resolver desacuerdos territoriales, es un tema que el canciller Murillo no podrá eludir y si lo hace su responsabilidad histórica será enorme y porque tendrá gravísimas consecuencias para Colombia.