El multimillonario fallo de un juez de Oklahoma que obliga a Johnson & Johnson, la poderosa compañía farmacéutica estadounidense, a pagar $572 millones de dólares por su culpabilidad en la crisis de salud causada por el uso de opioides, es una innegable muestra de la furia y preocupación existente por la hoy devastadora adicción a dichas drogas.
Debido a la comercialización engañosa como: “seguras y efectivas para controlar el dolor en casos de grave enfermedad, como el cáncer, y también para el dolor cotidiano”, pero minimizando sus características adictivas, lograron convertir a los opioides en las drogas preferidas por médicos y pacientes. Desde comienzo de los noventa su venta y consumo se dispararon, aportando a las farmacéuticas involucradas inmensas ganancias.
No solo Johnson & Johnson promocionó sus drogas como totalmente seguras, negando rotundamente la posibilidad de que fueran adictivas, sino que una de sus subsidiarias, dueña de grandes extensiones de tierra en Tasmania, gran isla al sur oeste de Australia, se dedicó a sembrar amapolas para obtener el opio necesario para la elaboración de sus productos. De esta manera la farmacéutica duplicó sus ganancias.
Pero no es solo la compañía Johnson & Johnson la que está en problemas; la Farmacéutica Perdue, una de las mayores del mundo, ha tenido que declararse en bancarrota porque, según ellos, no alcanza a cubrir con su capital las billonarias condenas en su contra que enfrentarán en diferentes tribunales.
Recordemos que Perdue pertenece a la familia Sackler, descendientes de los tres hermanos, médicos de Brooklyn, Arthur, Mortimer, and Raymond.
Los Sackler, gracias a su inmensa fortuna, hecha prioritariamente en la industria farmacéutica, han sido hasta hoy reconocidos mecenas del arte, con destacadas contribuciones filantrópicas, entre ellas, el ala norte de Museo Metropolitano, de Nueva York; el ala Sackler del Louvre; la Galería Sackler, en Washington; el Museo Sackler, en Harvard; el Centro Sackler de Educación Para las Artes del Guggenheim; y otros en universidades como Oxford y Columbia.
Es sorprendente ver como esta familia, hasta ahora considerada como los Medici del mundo moderno, enfrenta hoy vergonzosas acusaciones, que la han llevado a la quiebra. Imputaciones por manipulación del marketing de sus drogas basadas en opioides, causantes de millones de adictos y miles de muertes, pero que han aportado a los Sackler billones de dólares en ganancias.
Desde los noventa, más de doscientas mil personas han muerto por sobredosis relacionadas con la droga OxyContin y otros opioides solo en los Estados Unidos, y los adictos se cuentan por millones.
Muchos de los que consumieron las costosas drogas para combatir el dolor, aún luego de una sencilla intervención dental, terminaron con una adicción inexplicable, pues las farmacéuticas se negaban a reconocer a sus productos como los causantes.
Convertidos ya en adictos, muchos optaron por consumir otras drogas menos costosas, como la heroína. De acuerdo con la Sociedad Americana de Medicina Adictiva, 4 de 5 adictos a la heroína, comenzaron con opioides farmacéuticos. El Centro para Control de Enfermedades considera que 145 estadounidenses mueren a diario por causa de sobredosis de opioides.
Hoy, las compañías productoras de opioides tendrán que reconocer el horror que sus prácticas crearon y pagar por ello. Pero el dinero no podrá reparar jamás el mal que han hecho.