Si los líderes occidentales de hoy : Biden, Harris, Scholz, Sánchez y Boris Johnson (tan distintos a De Gaulle, Eisenhower, Kennedy, Reagan, Kohl, Churchill o Thatcher) no supieron contener a Putin ante Ucrania, ¿ cómo podrían disuadirlo de ocupar mañana, o pasado mañana, a los países bálticos, por ejemplo?
En otros términos, ¿por qué la disuasión basada en sanciones económicas fue percibida por el Kremlin como un ‘bluff’, de tal modo que perpetró el ataque, y por qué el artículo 5 del tratado constitutivo de la OTAN podría correr la misma suerte?
Para decirlo claramente, la falta de determinación para defender los intereses esenciales occidentales está quebrando la confianza entre las grandes potencias de la OTAN y su red de aliados o socios periféricos.
Por eso es que vale la pena preguntarse por qué algunos baluartes como India, Brasil, Turquía, Arabia Saudí o Israel, se han mostrado tan cautelosos al estudiar la conducta estratégica de la Casa Blanca y la Unión Europea, dejándose llevar por una cierta ‘diplomacia pendular’, oscilatoria, entre Washington y Moscú.
En concreto, el primer ministro israelí, Bennett, y el de Asuntos Exteriores, Lapid, refiriéndose a los contactos entre EEUU y los persas, expresaron hace poco su ilusión de que “Estados Unidos no abandonará a sus aliados más cercanos a cambio de las promesas vacías de los terroristas”.
En cualquier caso, la Guerra de Ucrania ha afectado sensiblemente el tablero estratégico de los aliados pero, sobre todo, ha inaugurado lo que podría denominarse como nuevo ‘modelo modular’ de seguridad y defensa basado, precisamente, en bloques imperiales antagónicos : el democrático-liberal (occidental), y el autocrático-totalitario (liderado por Pekín y Moscú).
Por ende, estos módulos, o bloques altamente funcionales, irán desenvolviéndose como consorcios de seguridad que estarán afincados en un ‘esquema contributivo’, aquel en el que se espera que los socios hagan aportes cada vez más significativos entre sí y se esfuercen voluntariamente por garantizar tanto la sostenibilidad de la defensa como la preponderancia de la comunidad de valores en la que reposa su identidad más profunda.
Por eso, ante semejantes retos y perspectivas, es apenas comprensible la gravedad que revisten las ya mencionadas actitudes asumidas recientemente por Washington debido a que pueden ser leídas por sus aliados como indiferentes, desconsideradas, o poco comprometidas, horadando así las redes de compromisarios y la valiosa noción de la unidad de esfuerzo.
En consecuencia, es de esperar que la nueva “Brújula Estratégica” europea y, sobre todo, el nuevo Concepto Estratégico de Madrid para la OTAN, llenen el vacío, dotando de suficiente vigor al módulo democrático-liberal.
De lo contrario, el bloque de actores estatales y no estatales que conforman la que podría conocerse desde ahora como ‘asociación autocrática transnacional’ (AAT), basada en el hermetismo verticalista, pero al fin y al cabo sólida y desafiante, asumirá que tiene luz verde para proseguir su carrera expansionista, selectiva y gradual.
vicentetorrijos.com