Resulta paradójico que la persona que se ufana de ser un “culturizador” de sociedades recurra a hechos tan bajos, deplorables e irrespetuosos para poder expresarse. Me refiero al acto indecoroso protagonizado por el senador Mockus durante la instalación del Congreso de Colombia el pasado 20 de julio. Esto solo evidencia una cosa: un serio problema de personalidad que no deja que pueda controlarse y recurra a este tipo de simbolismos canallas para lograr ser comprendido.
Pero hay algo que debe preocuparnos mucho más y es lo que piensa la gente sobre este hecho. Las encuestas sobre si debe o no aplicársele el reglamento del Congreso al senador por estos hechos -algo incuestionable- dicen que no debe aplicársele ningún reglamento, ninguna ley, nada. Mejor dicho: deje así… Cabe recordar que lo que hizo el novato senador no es un chiste y cabe dentro de lo que el reglamento del Congreso califica como un acto indecoroso y en consecuencia prevé sanciones. Si uno piensa en este y en otros hechos que ocurren en el país, uno empieza a comprender la frase que lleva nuestro emblema heráldico y que efectivamente simboliza nuestra idiosincrasia: Libertad y orden. Así en ese orden, primero la libertad -lo que opine la gente- y segundo el orden -la ley-. La ley está -así de sencillo- en un segundo plano.
Más allá del hecho en sí, es esto lo que debe preocuparnos. Pues la libertad -mal entendida- está por encima de todo orden. Libertad que permite intimidar, acusar, aburrir, insultar, desacreditar, descalificar a cualquiera que se atraviese en el camino de otro -si no es de sus afectos, no piensa igual o simplemente porque alguien lo envenenó en su contra- tal y como lo hemos visto en la vida política las últimas semanas. Libertad que permite destruir institucionalidad y “tomarse libertades” de enviar cartas -contradictorias- al presidente electo, pidiéndole favores para que deje o saque funcionarios públicos de entidades muy importantes con base en subjetividades y amiguismos. Libertad que avala incoherencias como la de un alcalde que ataca el carro particular con el argumento de que su uso es altamente costoso social y económicamente para la ciudad. Pero, por otro lado, ese mismo incoherente alcalde, no se baja él ni ninguno de sus funcionarios, de las Toyota Prado oficiales compradas con nuestro dinero. Orden y libertad es lo correcto.
@ReyesJuanfelipe