ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Noviembre de 2012

De no creer

 

Qué puede esperar un pueblo de su justicia si no han bastado 17 años para esclarecer y castigar a quienes fraguaron y asesinaron al estadista conservador, Álvaro Gómez Hurtado, saliendo de uno de sus centros de pensamiento: la Universidad Sergio Arboleda.

Como reportero debí cubrir el magnicidio del líder político y constaté el sentimiento de repudio nacional entre la comunidad universitaria, sentimiento que luego creció como bola de nieve en toda la Nación.

La justicia en Colombia está de paro. En la calle la gente dice que el sistema judicial anda de vacaciones. Se refieren a los magnicidios que no esclarece, a los criminales que no encuentra y a los asesinos que andan sueltos.

En el caso Gómez Hurtado, la justicia ha estado de ‘juerga’. 17 años sin que sepamos la verdad. Solo un montón de papeles engavetados en despachos judiciales, pero nada de claridad en un episodio que enlutó la política y contaminó de dudas el país.

Cuando se indaga a quienes les compete resolver los móviles que segaron la vida del dirigente conservador, lo que responden es que hay avances y que se hará claridad, pero nada de resultados objetivos que saquen a luz pública los nombres de responsables de que Colombia perdiera a uno de sus más connotados pensadores.

Gómez Hurtado era dueño de una inteligencia única. Diría que tenía el mundo de entonces en su cabeza y presagiaba el país que hoy tenemos.

Se le escuchaba con fácil simpleza hablar de historia política, procesos de integración en el continente, relaciones de países ricos y pobres, de la importancia de partidos políticos fuertes y descontaminados del protagonismo, pero también sobre economía, literatura, arte y resolución del conflicto armado.

En un ambiente de odios políticos pasionales, se movió con sagaz prudencia tratando de abrir caminos de reconciliación nacional.

Como periodista universal plasmó de sabiduría las paginas de El Siglo, con enfoques sociales. Dibujó el estado de cosas que hoy padecemos, mostró rincones oscuros de la corrupción que atacó con vehemencia y ventiló argumentos políticos para construir un mejor país con inclusión y tolerancia.

Respetó ideas ajenas, compartió conceptos, cuestionó y repelió la política sucia del momento, y que hoy se envalentona con sus tentáculos contra la ética y la moral.

Sobre todo este arsenal de corrupción en la contratación pública, contratos amañados, el dinero robado a la salud y a la infraestructura, nos alertó con acierto y responsabilidad.

Hueso duro de roer para fieras que devoraban el Estado y aniquilaban la sociedad de principios. Los mismos que terminaron acabando su vida para cerrarle el paso a la conducción de la Nación. Las balas contra la dignidad.