Hace pocos días, un grupo de 14 países del que Colombia hace parte, produjo una esperanzadora declaración sobre Venezuela pidiendo un calendario electoral, el respeto por la Asamblea Nacional y, principalmente, la liberación de todos los presos políticos.
Pero, sobre todo, el grupo dejaba claramente abierta la posibilidad de que, tras los oficios diplomáticos de rigor, se suspendiera al régimen de Maduro del sistema hemisférico, con todas las consecuencias que de semejante sanción podrían desprenderse.
Paralelamente, el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa, y el propio Jefe del Estado, ponían en marcha desde Caracas un movimiento de tropas sobre territorio colombiano que tiene, fundamentalmente, tres interpretaciones:
Primero, no fue una acción meramente coyuntural y, por el contrario, hay que verla como parte de la tendencia estratégica expansionista del chavismo y sus aliados tanto estatales como no estatales.
Segundo, lejos de ser una “cortina de humo” para ocultar la (inocultable) crisis interna, es una señal con la que Maduro fortalece la aspiración estratégica de que, tarde o temprano, por la razón o por la fuerza, Colombia caiga en la órbita del socialismo inspirado por la Alianza Bolivariana.
Y tercero, es un sondeo al gobierno colombiano sobre sus capacidades para sortear crisis de diferente intensidad y naturaleza (militares, humanitarias, comerciales) con las que el régimen seguirá conmocionando a Bogotá con el fin de promover la llegada a la Casa de Nariño de un gobierno que “cambie las relaciones internacionales” y que coincida con la implementación milimétrica de los acuerdos de La Habana.
En otras palabras, parece paradójico que el afectado sea el gobierno Santos, con el que se coordinó al dedillo la negociación con las Farc, pero, más allá del mandatario de turno, lo esencial para la Alianza Bolivariana es que, ya conseguidos los acuerdos, todo desemboque en un gobierno de transición que hermane definitivamente a ambos regímenes.
En resumen, lo importante no es cómo se sorteó esta crisis en Arauquita, sino cómo van a manejarse las que se están urdiendo y, sobre todo, cómo se puede construir en Colombia un gran pacto nacional por la democracia entre las diferentes corrientes políticas y sociales que proteja la propia frente al injerencismo y chavista, y facilite que llegue a Venezuela.
Al fin y al cabo, Padrino lo dejó muy claro: “… No nos hemos retirado de nuestro territorio; lo único que hemos hecho es desplazarnos”.