José Miguel Santamaría, excandidato al senado por Salvación Nacional, envió por WhatsApp una caricatura del otrora glorioso partido de Caro y Ospina, bajo el título “Partido Conservador Comunista Colombiano”, y allí intercaló la C que solía identificarlo, en color blanco, cortando por el centro el símbolo rojo tradicional del comunismo: el martillo y la hoz. “Tal cual”, le riposté en el chat y otro contertulio remató con: “los congresistas dieron una patada a los principios del glorioso partido, entregaron, por un plato de lentejas, la dignidad y los principios de la Casa Conservadora”. La verdad, creo que las dos palabras que resumen la inédita actitud de ese conglomerado son indignidad e indignación.
Toda mi familia ha sido conservadora, línea Laureano y Álvaro Gómez. Mi padre, su ferviente seguidor. Era lo que llamaban la línea “Azul de Prusia”, que se distinguía del azul pálido de la vertiente Ospino-Pastranista, que luego desembocó, bajo las directrices de Misael Pastrana, al filo de los 80s, en el Partido Social Conservador y así se llamó su libro, publicado -vaya triste coincidencia- por Leyva Duran Editores, y en cuyo ámbito se sentía, bien cómodo, el expresidente Belisario Betancur.
En tiempos del presidente Misael Pastrana, cuando estudiaba el bachillerato, nuestro samario profesor de historia y geografía -buen comunicador y orador- de apellidos Olaya Bohórquez, trató de inculcarnos las ideas de la izquierda revolucionaria y yo, con varios compañeros, le creímos y nos íbamos “torciendo”. Pero por poco tiempo. Luego, el profe se volvió un exitoso empresario de la educación privada, gran capitalista, y adiós revolución.
Aunque uno de los postulados del credo conservador dice que el partido no sigue hombres sino ideas, pues cuando el jefe natural, Álvaro, por razones políticas y por estrategia electoral fundó Salvación Nacional, allí estuvimos con él, pero seguíamos siendo conservadores puros. Después, con el advenimiento de ese movimiento de centro derecha liderado por el exliberal Álvaro Uribe, hombre de talante y firmeza, fuimos a dar al Centro Democrático y allí nos mantenemos, más ahora que el Partido Conservador está “más perdido que el hijo de Lindbergh”.
Mi señor padre, por tres años de diferencia en la vida, no lo pudo ver como presidente de la República, sólo como senador. ¡Cómo hubiera disfrutado con él de Presidente! sabiendo que el país, antes de Uribe, era un enorme santuario copado por las Farc, en los noticieros apenas mostraban tomas guerrilleras y retenes ilegales de las guerrillas y entonces mis padres se la pasaban, rosario en mano, rezando por la suerte de muchos hijos y nietos que nos manteníamos recorriendo carreteras, yo también rezando padrenuestros para viajar de San Alberto, Cesar, a Bucaramanga y Valledupar, por asuntos de trabajo, en época terrorífica, a la que estamos regresando por obra y gracias del Pacto Histórico al que ahora se juntan, en dañado y punible ayuntamiento, liberales y conservadores, para ser coprotagonistas de la debacle.
Post-it. Lástima que Lady Di no esté en el reino de los vivos. Mujer hermosa, discreta, elegante, era la legítima Reina Consorte para acompañar a Carlos III en la corona del Reino Unido, pero éste la despreció y allí empezó a labrarse ella su trágico destino. Con Camila de Cornualles quedamos todos defraudados, algo así como “cornudos”. Dios perdone al Rey.