No, no voy a hablar de la propuesta de instalar una constituyente de Gustavo Petro, cada día presentada bajo una modalidad, trampa diferente o de cualquiera de las múltiples reformas y propuestas, obtusas, retrógradas y costosas. Tampoco del día a día de su desgobierno o de sus constantes escándalos personales o “privados”, ni de la corrupción rampante que lo rodea, ni de la violencia aterradora que se está tomando el país, ni de los asesinatos de militares y líderes comunales que ocurren a diario, ni del secuestro de menores por los grupos alzados en armas, para utilizarlos como carne de cañón.
No, hoy hablaré de algo aún más aterrador, de un peligro inminente de magnitud mundial que amenaza a todos sin excepción: LA DESTRUCCIÓN DE LOS OCÉANOS. Y lo pongo en mayúscula porque lo estoy gritando, porque quiero que lo oigan, porque el calentamiento, la polución, la pesca indiscriminada, la muerte de amplias zonas de los océanos, ya un hecho, y otros factores, amenazan con destruir los océanos del planeta, a una velocidad muy superior a lo esperado.
Uno de los datos más alarmantes es el calentamiento de las aguas marinas, el cual en algunos lugares ya rebasa los 2 grados centígrados, y trae consigo catástrofes como el deshielo del Ártico y el Antártico, lo que aumenta el volumen de agua en los océanos de tal manera, que la supervivencia de islas y ciudades costeras está en peligro.
Dicho calentamiento ha causado el “blanqueamiento” o muerte de muchos de los bancos y murallas coralinas, destruyendo el hábitat de miles y miles de especies de fauna y flora marina, con gravísimas consecuencias para la cadena alimenticia, la producción de oxígeno y la absorción de carbono dióxido.
El calentamiento es también uno de los factores de la disminución, en muchos mares, de los fantásticos bosques de macroalgas, grandes productoras de oxígeno y cinco veces más absorbentes de carbono, que los bosques terrestres, además de ser soporte vital de una inmensa biodiversidad.
Las islas de plástico, cada vez más y más grandes, unas del tamaño de Colombia, asfixian y destruyen enormes áreas marinas. Según Unesco, hoy existen aproximadamente 500 zonas oceánicas, consideradas técnicamente muertas, por la inexistencia de vida marina en ellas, debido a la carencia de oxígeno en sus aguas.
Pero la polución no es solo de plásticos, es de toda clase de desechos químicos y otros, proveniente de fábricas, grandes asentamientos humanos como las megaciudades, el trasporte marítimo, la explotación de petróleo, accidentes nucleares, y otros crímenes contra los océanos que amenazan con acabar con su vida.
El apetito de la humanidad por consumir productos de mar se ha convertido en otra de los grandes peligros para la supervivencia de los habitantes de los océanos, antes abundantes en toda clase de peces, mariscos y moluscos, cada día son más escasos. Muchos completamente “exterminados”. Las poderosas flotas pesqueras de países como Japón y China recorren los océanos con eficientes radares para indicarles dónde están los peces que más se venden. Ya no hay lugar seguro para procrear o vivir para algunas especies.
Así las cosas, los océanos están en un peligro inminente de morir si los gobiernos del mundo, especialmente los ricos y poderosos, no acuerdan una “paz total” para los océanos.