“Una ciudad negra que no se reconoce como tal”
VIVO en una ciudad negra en la que solo 400 mil personas del millón largo de habitantes que el Dane dice que hay en esta capital esquizoide, se reconoce como tal. Vivo en una urbe escindida en la que a diario me preguntan si ya conozco la “otra” Cartagena, pero que al decirlo no hablan de la española ubicada en el Mediterráneo, sino de la que se explaya por todo el sur de esta capital Caribe.
Escena uno, podcast 2Dope Queens: Michelle Obama presenta Mi Historia, su autobiografía, con los crespos al aire. Durante su estancia en la Casa Blanca batalló entre mostrar una melena “saludable” y no perder el pelo en el intento.
Escena dos, avenida San Martín: el Alizer me quemó. Por qué te echás eso. Porque tengo que estar bien presentada. Y cuál es el lío con ser crespa. A los jefes no les gusta el pelo así, rucho, chuto, cucú, apretaíto, engajao. Exigencia para poder trabajar.
Escena tres, Cooperación Española, Plaza de Santo Domingo, miércoles de cine: Gurumbé, canciones de tu memoria negra, Filma Afro. El negro como alteridad. Siempre el otro. Lo otro. La demanda por el exotismo. El pelo crespo está bien, pero con turbante. Excusa existencial obligada: “toca, porque somos muchas y sin oportunidad”.
Escena cuatro, CNN: el primer estado de Estados Unidos en proteger a las personas en sus lugares de trabajo y escuelas de la discriminación por cortes de pelo, es California; un problema que afecta especialmente a las mujeres afro y que se extiende por varias zonas del mundo.
Escena cinco, conversación de viernes en Ábaco: La raza es más que rasgos biológicos, pues también es una construcción cultural, histórica y de identidad. Pero aquí, si le dices a una mujer que es negra, no lo reconoce; se esconde en una entelequia que Claudia Mosquera Rosero-Labbé, docente de la Universidad Nacional de Colombia, denomina mito de la costeñidad: “creer que somos una mezcla y que nadie debe decir que es indígena o que es negro, sino costeño”.
Escena seis, Museo Histórico de Cartagena, eco de Moisés Álvarez, su director: “Hace unos años la Universidad de Princenton, con la Universidad del Valle y el Centro Nacional de Consultoría, realizó un estudio utilizando una paleta de colores de 13 tonalidades, determinando que mientras una persona tenga el tono de piel más claro, tiene más posibilidades. Y la mayoría se sentía un tono de piel más claro del que en realidad eran; especialmente las mujeres negras”.
Vivo en una ciudad negra en la que las mujeres negras lucen unas cabelleras largas y lisas que danzan con la brisa dejando una estela alquimista de sodio, formol y amonio.