Petro es un zorro viejo y muy peligroso. Esconde sus verdaderas intenciones e ideas. Y trata de cubrir sus colmillos con el emplasto de los quiero mucho y llamadas amables a teléfonos de 40 millones de desconocidos. Y toca. Y acaricia. Y besa. Y mueve la emocionalidad de las personas. Pero los espectadores de las manifestaciones y los encuentros no saben exactamente qué haría si llega a ser presidente...
Reparte abrazos y besos y dice, y vuelve y dice, que los quiere mucho...La frase de cajón sirve de distractor de los grandes problemas del país. Que se guardan en silencio en medio de pitos y flautas, música y baile de la elegante Francia. ¿Qué va a hacer con Maduro? ¿Qué planes tiene para Cuba? ¿Qué hará con su amiga Teodora trayendo dineros encaletados para quién sabe qué? ¿Qué movimientos nuevos pretende con la educación del país... que ya se aprobó durante el gobierno de Iván Duque como gratuita en la U. Nacional? ¿Extenderá la gratuidad a todos los colegios y universidades del país? ¿Venderá aguacates en lugar de petróleo? ¿Suspenderá las importaciones? ¿Repartirá títulos de propiedad a los campesinos? ¿Cuáles serán sus escondidos pactos sociales?
Salomón Kalmanovitz habla en su columna de las malas ideas de Petro. ¿Por qué no se discuten sus ideas y propuestas en medio de frases y eslóganes ridículos? Los quiero mucho, dice él... Vamos a vivir sabroso, dice ella...El gallo tapado se resguarda y esconde sus verdaderas intenciones. Nunca ha dejado de ser un guerrillero de corazón. Un militante del M-19 al que rodean y acompañan hoy todos los exguerrilleros del M-19. ¿Retornará pronto a su juventud para hacer lo mismo de hace 30 años? ¿O qué diablos insinuó entonces en RCN? Porque los quiero mucho es una frase de éter. No es una propuesta económica. No es un programa educativo. No es un proyecto agrícola. No es una propuesta minera. Los quiero mucho cofunde. Embota al oyente de emotividad...Y las garras del lobo no se ven. Y los colmillos del tigre no aparecen...mientras trata de abrazar y acercar con promesas tácitas no dichas.
Tal vez su los quiero mucho esconde promesas no dichas. Pactos silenciosos con los obreros, los trabajadores, las empleadas domésticas, las defensoras de los y las, los sindicatos de educadores, los aislados en prisión...Este pacto del silencio, cubierto y embadurnado de los quiero mucho, acentúa el peligro del engaño. ¿Qué les va a regalar? ¿Qué les va a conceder? ¿Qué les va a perdonar y borrar? ¿Qué aparecerá dentro del sombrero del mago?
Sin duda el país no tiene otra alternativa más segura y menos maquillada de azúcar en polvo que votar por el ingeniero Hernández. Sabrá tal vez hacer carreteras y puentes e instalaciones hidráulicas en los pueblos que lo necesitan. Y no tendrá que repartir con falsedad ese fuera de sitio "los quiero mucho". Porque nadie quiere mucho y al tiempo a 40 millones de personas. Y quien ofrece esa baratija de espejismo es, como decía Juan Rulfo, un engañabobos.
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