Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma como en el poema Si fuera un cazador, de mi amado palestino Mahmud Darwish, mientras refrendo mi convicción de que en cuestión de moral es mentira que el que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, o que el buen ejemplo sea la mejor prédica.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma mientras un flashback de una escena palaciega, trae a mi presente una frase que quise no haber oído nunca y que he tratado de olvidar pero no he podido: “siempre ha sido así y así seguirá siendo”; es que cuando la moral se corrompe, se empieza a creer que la podredumbre es natural.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma mientras leo que las estadísticas de capturas de este año indican que prácticamente cada día caen tres funcionarios en este país que perdió el asombro y olvidó que la moral es una talanquera para mantener la estabilidad y la estructura social.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma mientras retumba la prédica nacional de "haga plata, mijo. Si puede, honradamente. Pero si no, haga plata, mijo". Al fin de cuentas, lo público no tiene dueño y hordas de hambreados hallan su opción sobre la tierra en los despachos públicos. Es la hora del desquite. Pero también de su contraparte, una jauría de “bien nacidos” que multiplican lo heredado como por arte de magia, sin el esfuerzo que hicieron sus papás.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma mientras leo que comienzan a salir de prisión como ratas del diluvio los concejales del carrusel de la contratación, a quienes condenaron por tráfico de influencias, “por haberle conseguido puesto a algunas personas, como lo hacen todos los políticos”, ni más faltaba, así ha sido siempre en esta Colombia que se opone al logro por mérito.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma, mientras veo en las revistas del corazón a los pillos del ayer convertidos en figurines del hoy, en esta tierrita de olvidadizos, amnésicos, iletrados donde ya nadie sabe qué cosa fueron el 8.000, los Picas, el Guavio, Invercolsa y otras yerbas peores.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma, mientras leo que uno de los amigos de Santos, hoy repudiado porque Odebrecht es el coco, expresa sin rubor que lo único que hizo fue decir: “No se ponga a pelear con el Gobierno, yo le allano un camino institucional de comunicación”.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma, mientras escucho en la radio la excusa de que el procesado tan solo prestó sus cuentas bancarias para el ingreso del soborno que garantizaría la entrega de contratos viales.
Poder puedo, pero me abstengo, me digo a mí misma, recordando las veces en Palacio en que dije no, convencida de que “me conformaría con lo que me toca: la paz del alma”.