Colombia se destaca por contar con una de las matrices energéticas más limpias a nivel mundial. La Transición Energética avanzaba de manera ágil bajo el gobierno del presidente Iván Duque, con el liderazgo del ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, quienes establecieron una hoja de ruta clara con metas ambiciosas: una reducción del 51% en la emisión de gases de efecto invernadero para 2023 y alcanzar la carbono neutralidad para 2050.
Para garantizar la seguridad energética del país es crucial aprovechar todas las fuentes de generación disponibles. Paradójicamente, el gobierno de Gustavo Petro al intentar eliminar el uso del carbón y debilitar la producción de gas no reconoce que, ante los desafíos del fenómeno de El Niño, son las generadoras térmicas basadas en estos recursos las que han prevenido apagones a nivel nacional.
La energía nuclear, aunque estigmatizada similarmente al fracking, requiere de un debate técnico y científico urgente en Colombia. Actualmente se está trabajando en un proyecto de ley sobre Seguridad Nuclear y Protección Radiológica para establecer un futuro energético seguro y robusto, con un compromiso político transversal y la colaboración de sectores clave como energía, salud y agricultura.
Prometiendo electricidad continua y sostenible, la energía nuclear es clave frente a los desafíos climáticos del siglo XXI. A pesar de que las hidroeléctricas forman la base del sistema energético colombiano, su capacidad podría verse comprometida por el cambio climático, mientras que las energías solar y eólica, por su intermitencia, no garantizan un suministro constante. La inclusión de la energía nuclear diversificaría y fortalecería la matriz energética frente a futuros desafíos.
Según proyecciones de la UPME, la generación nuclear podría alcanzar hasta 1800 MW para 2038. Colombia, operando el reactor nuclear IAN-R1 desde 1965, ha demostrado experiencia en el manejo del uranio. La cooperación internacional, incluyendo la del Organismo Internacional de Energía Atómica, es clave para el desarrollo nuclear, aunque su transición requiere de tiempo, inversión y consenso nacional.
Esta discusión, que trasciende lo académico y económico, es de relevancia nacional y cuenta con el sector privado como un actor crucial, especialmente en el desarrollo tecnológico y la creación de empleo cualificado.
La energía nuclear, aún en construcción en Colombia, requiere del apoyo y comprensión de todos los sectores. Representa un compromiso con el desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático. Los reactores nucleares modulares ofrecen soluciones de electricidad y desalinización, incluso en zonas no interconectadas. Globalmente, más de 440 reactores generan cerca del 10% de la electricidad mundial, destacando la seguridad nuclear como un aspecto fundamental.
La futura “Ley Nuclear” en Colombia promoverá aplicaciones avanzadas en salud, medio ambiente y seguridad alimentaria, enfatizando la protección de trabajadores, ciudadanos y el medio ambiente. Contribuirá a la economía, generando empleo y aumentando la competitividad en el mercado internacional. Las plantas nucleares, consideradas seguras y eficientes, ofrecen soluciones para el manejo de residuos radiactivos. Esta es una gran oportunidad para avanzar en la Transición Energética, garantizar la seguridad energética, cumplir con los compromisos de cambio climático y fortalecer el comercio exterior.
Es hora de impulsar el debate técnico y científico sobre la energía nuclear en Colombia, bajo el liderazgo de expertos, la academia y los sectores privado y público.
El gobierno Petro pasará, para fortuna de la democracia, en 2026; pero nosotros debemos estar listos para dar el debate por el futuro de Colombia.