El presidente Duque va a tener, sin duda, muchos problemas. Hereda un país caótico, cuyo presidente tuvo la obsesión, durante ocho años, de ganar el Nobel de Paz. Trataré de mencionar, que no analizar, algunos puntos vitales.
Recorrer el país muestra que millones de personas, campesinas principal pero no exclusivamente, carecen de servicios como agua potable, salud y energía, pero también de educación y escuelas cercanas, de carreteras o caminos para mover sus productos y tienen que vivir, guardadas proporciones, como en la época de las cavernas. El gobierno tendrá que abordar este problema y vincularlo con las decisiones sobre una eventual reforma agraria, no para crear minifundios sino al revés.
Por arte de birlibirloque y la incompetencia de los ministros de agricultura, hemos logrado convertir este país de exportador en importador de arroz, azúcar, algodón y hasta café. La ganadería de leche padece por la importación con dumping y subsidios del país de origen y la de carne por el contrabando de reses con aftosa.
El contrabando es una lacra que afecta, además, a la industria. Cientos, si no miles, de pequeñas industrias de calzado y textiles han muerto o están boqueando por el contrabando que se vende impunemente en sanandresitos y demás. Pero esto afecta también a las grandes industrias que no pueden competir con la mano de obra esclava china, a lo que suma el tema de la situación tan desfavorable para competir, por cuenta de impuestos y regulaciones absurdas e innecesarias y los TLC ya que no se controla debidamente el origen de las mercaderías. El fracaso de los organismos encargados de fomentar las exportaciones es patente. Hay que crear compañías exportadoras, tipo Mitsubishi o Marubeni, con tecnología y dinero.
Lo que sí ha prosperado es la siembra de coca. El último informe sobre 180.000 hectáreas es espeluznante. Y no solamente por el fracaso de la erradicación y la supresión de la fumigación aérea sino porque el gobierno decidió mirar a otro lado, como lo pedían las Farc.
La corrupción ha llegado a niveles inimaginables. Donde quiera que se levante una hoja, surge la podredumbre. Y no sólo en el sector público, en todas las sus ramas, sino en el privado. Gracias a Dios contamos con un Fiscal, un Procurador y un Contralor que hacen su oficio con rigor e independencia, lo que nos lleva al tema de la salud y la justicia.
La corrupción tuvo en la salud y la justicia su máxima expresión. El gobierno tiene que abordar una reforma integral del sistema de salud, podrido desde sus raíces y con un efecto deletéreo en las clases más pobres. Esta observación hay que extenderla a la alimentación de los niños, que debe pasar a los padres de familia. Nuestro nuevo mejor amigo nos está enviando ahora el polio y la tos ferina.
La justicia tiene que ser reformada. Hay que seleccionar a los jueces y controlar las universidades de garaje. Revisar los códigos llenos de normas desuetas e inútiles. Y, claro que sí, reducir el número de cortes, limitar la tutela sobre sentencias de última instancia, acabar la casa por cárcel y restablecer las colonias penales.
Finalmente, porque no tengo más espacio, hay que atacar a fondo la minería ilegal y la contaminación que produce, y acabar con la deforestación, los pecados graves del ministro de Ambiente.
Señor presidente: buen viento y buena mar. Y buena marinería, profesional, incorrupta e independiente.
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Coda uno: Murió la mermelada.
Coda dos: Felicitaciones a la Registraduría.
Coda tres: Los intelectualoides petristas deben estar dándose golpes contra las paredes.