La toma del Parque Nacional de Bogotá por parte de 263 indígenas de la comunidad Embera provenientes de Bagadó (Chocó) y de Pueblo Rico y Mistrató (Risaralda) alegando “desplazamiento por el conflicto armado”-el más genérico, elegante y poderoso de los argumentos- no es un fenómeno nuevo. Recordemos que una caravana de 42 familias de esta misma comunidad se fueron de “camping” a Santiago de Cali en el 2012 y tras tres años, luego de múltiples atenciones (alimentos, frazadas, medicamentos, numerosos servicios de parto, albergues temporales en el barrio El Calvario, subsidios a cada hogar que administraba su jefe) y el denominador común del novedoso paisaje de asfalto era mujeres con niños colgados a la espalda pidiendo limosna, apiñados en los semáforos, parques y calles, o bailando sus repetidos sonsonetes y ritmos ancestrales, mientras los hombres se embriagaban en las piezas prestadas, y se fueron cuando se aburrieron y por fin extrañaron su terruño. ¿Cuánto costaría el antiecológico paseo Embera?
Ahora lo replican en la capital y de allí no saldrán fácil, ni rápido. Han aprendido vicios y leguleyadas de blancos y negros, como cuando una comisión de la alcaldía fue a conversar con ellos, para desalojarlos y rescatar el Parque, y salieron con la perla de que “no entendían nada, que tenían que traer traductores para los 13 dialectos que hablaban allí” (el debido proceso) y entonces, nada. Todos quedaron “gringos”.
La Torre de Babel reeditada en plena Sabana de Bacatá, la malicia indígena en todo su furor y allí se quedarán, seguramente esperando al año entrante para celebrar el advenimiento de una nueva Colombia humana, y entonces retornarán a sus resguardos rumiando frustraciones ancestrales acumuladas, incluyendo el amargo sabor de la derrota, porque ahora han decidido tomar partido, convertirse en factor determinante del problema país y en grupo de presión, trastocando su espíritu ancestral reivindicatorio en ánimo de lucro, del que se contagiaron hace tiempo.
Y para acabar de ajustar, parece que la tristemente célebre Minga del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), está preparando una nueva toma de Cali y vecinas para ayudar a alumbrar la noche de las velitas de la Virgen y ya deben estar pidiendo pista en Univalle Resort -su lugar predilecto de camping- donde seguramente serán bien recibidos y Van a ser atendidos por el Maître Alcalde como héroes que vendrían a pasar revista a lo que dejaron en pie en las calendas del 28 de abril; pero igual dejarán alumbrando con sus cocinas las montañas del norte del Cauca, y quiera la Inmaculada que vengan en son de paz, con antorchas y sin machetes, porque igual son tan intocables como Eliot Ness.
Post-it. Hay cosas que producen rabia en el corazón - La Rage au Coeur, titularía su libro Ingrid Betancur- como las infames elecciones en Nicaragua y el aplauso inmediato que les dio el otro tiranuelo, Maduro, y seguramente llegarán los vivas de Rusia y China, dictaduras extra continentales. Y mientras el Policía del Mundo, Mr. Biden sin botas (porque la ONU ya no existe) hace siesta, los ratones siguen de fiesta y, cual Speedy Morales, buscan afanosamente ampliar sus madrigueras por el vecindario.