Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque se propone como posible o verdadera, y no lo es. Es más. No tiene existencia en el mundo, solo en el lenguaje.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque no se puede enseñar, no es una ciencia, no es ley, no es norma, no es religión.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque no se ve. Se nota eso sí, su ausencia y su producto, o sea lo que sucede cuando no la hay.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque acontece en el pensamiento. Suena duro, pero quizás Hamlet tuvo razón al declarar que “nada hay bueno ni malo, si el pensamiento no lo hace tal”.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque los buenitos que en medio del desastre se dan golpes de pecho y claman por su presencia, fueron antes muy felices en su ausencia.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque en el mundo todo es como es y sucede como sucede, ya que los hechos no tienen valor ético.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es desde Platón, que quiso convertirla en lo bueno, en lo bello, en lo correcto. Y la ética no es moral ni estética ni norma.
Una quimera. La ética es una quimera. Y lo es porque la ética no los necesita a ustedes pregoneros del valor absoluto. La ética es lo que es, y solo se materializa cuando es.
Una quimera. La ética es una quimera. Entonces, no aboguemos por la ética. Es inútil porque ella no se transmite, no se hereda, no se cambia, no se exhibe, no se predica, no se expone, no se muestra, no se imparte. Se muestra cuando es.
Una quimera. La ética es una quimera. Porque, de ser algo, es algo sobrenatural que surge del deseo de hallar un sentido a la vida.
Una quimera. La ética es una quimera. Porque no existe lo absolutamente bueno, ni lo absolutamente valioso.
Lo dijo Wittgenstein: “En el mundo todo es como es y sucede como sucede, en él no hay ningún valor y aunque lo hubiese, no tendría valor alguno”.
Una quimera. La ética es una quimera. Y con manoseos, golpes de pecho, miedos apocalípticos, amenazas del averno, anuncios de cielos, promesas de paraísos de cucaña, no dejará de ser lo que es.
Una quimera. La ética es una quimera. Y más aún en boca de tanto laxo que devino en santo. Aboguemos por el cumplimiento de la Ley. Solo eso. Lo otro es cháchara en este país donde el derecho es lo que nos place, y donde “los buenos somos más”.