Dosificadamente, coordinadamente, el espectáculo de la firma y posfirma del acuerdo crea el entorno propicio para que prolifere la ilusión, el delirio y la visión celestial de la paz.
Primero en La Habana, luego en la Onu, también en el Caguán y por supuesto, en Cartagena, la idea de fondo es que “se abre un nuevo capítulo en la historia”, “se inaugura la segunda república”, “ha llegado el fin de la guerra”, “se ha logrado la segunda independencia” y “el mundo tiene ahora una guerra menos”.
Semejante collar de perlas, que contradice por completo la realidad actual y, sobre todo, la que viene en camino, no coincide con el ejercicio de realismo y ponderación que algunos miembros del propio Gobierno han ido haciendo a pesar de la tangencial figuración mediática dispensada.
En efecto, queda cada vez más claro que solo habrá entrega parcial de armas, que solo habrá desmovilización parcial de combatientes y milicianos, y que solo habrá una afectación parcial del fenómeno del narcotráfico.
Para dejar atrás los eufemismos y decirlo como corresponde, eso significa por lo menos cuatro cosas:
Primero, que las Farc honrarán la “alianza para el postconflicto” establecida con el Eln en Cuba cuando se reunieron las jefaturas de las organizaciones violentas y que, por tanto, habrá transferencia coordinada de recursos y capacidades que, por razones coyunturales de conveniencia y visibilidad, el Secretariado considere como políticamente inconvenientes.
Segundo, que las Farc conservarán intacta su plataforma económica y podrán expandirla a su antojo ya que si hasta ahora lo ha sido, en el futuro será aún más complicado tratar de demostrar su control sobre los cultivos ilícitos ubicados, obviamente, en sus áreas de influencia, ahora formalmente asignadas en virtud de los acuerdos.
Tercero, que esa capacidad económica (jamás puesta al servicio de la reparación de miles de víctimas) permitirá una solemne entrega de armas en perfecto estado para despejar cualquier sospecha. Al fin y al cabo, con ese flujo ilimitado de fondos, la capacidad de rearme permanente no solo está garantizada sino que se hace ahora más selectiva, más sofisticada.
Y cuarto, que la identidad político-militar de las Farc se conserva intacta, tal como lo sugirió Timochenko en su cátedra inaugural en San Vicente. Por cierto, ¿No ha sido su constante la de ser un brazo armado de una tendencia política más amplia y abarcadora, tal como lo ordenan los postulados del marxismo leninismo?.