RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Febrero de 2013

El silencio como oportunidad

 

En  nuestra época todos nos sentimos acosados por el ruido ambiente, por lo que se dice, por lo que publican tantas veces sin criterio alguno los medios masivos de comunicación, por las voces casi siempre superficiales de la vida pública. A punta de escuchar todo ese ruido llegamos a creer que ese es el mundo real, al que hay que adaptarse, el que debe seguirse imperativamente.  No obstante, no debe existir nadie que una vez llega al silencio de su habitación, no se dé cuenta de que todo ese ruido es como el reino de la mentira, como una especie de farsa alienante. En cambio, allí en el silencio, la mente empieza a producir sus propios pensamientos, trabaja coherentemente y clama por un poco de autonomía y menos dependencia del barullo que nos rodea.

Goza el silencio de mala fama en el mundo actual. Se le teme. Es más bien una materia escasa y difícil de encontrar. Pero los que la han hallado difícilmente se deshacen de él. La gente que sabe hacer silencio, cultivarlo, protegerlo, suele vivir más en paz y tiende a tener más claros los aspectos fundamentales de su vida, o mejor, de la vida. Realmente el silencio es la oportunidad de oro para que una persona sea en verdad sí misma, para que se conozca, sepa de sus fortalezas y debilidades y establezca sus metas principales. La ausencia de ambientes silenciosos nos ha convertido en seres nerviosos, llenos de ansiedades, bastante irreflexivos, en exceso emotivos y nuestros comportamientos son con frecuencia de pura manada.

Huir del ruido podría ser un primer paso en un plan de pacificación del alma y la mente. Crear silencio y otorgarle tareas a ese espacio vital sería un paso siguiente. Ganarle mucho terreno al silencio podría ser la consigna. Desconectarse de tantas voces, pensamientos, ritmos y palabras ociosas que están demasiado libres, dejará el alma con unos nuevos campos despejados para crecer en todo sentido. Quizás Su Santidad se llenó de tedio ante tanto ruido alrededor de él e hizo nupcias con el silencio para siempre. Hombre sabio. Muchas veces fue lo que hizo Jesús retirándose a la montaña, al desierto, al lago. Tampoco Él tuvo miedo al silencio de la cruz y ni siquiera al del sepulcro. Tal vez allá se trata de un silencio en el que realmente se oye la única voz importante para la vida.