RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Junio de 2013

Pecadores sí, corruptos no

 

Lo  ha dicho recientemente el Papa Francisco. Aceptemos que todos somos pecadores, pero jamás aceptemos ser corruptos. El pecador es alguien que por ser de condición humana puede verse envuelto en ocasiones en faltas, errores, ofensas, aun de carácter grave. Pero ni las busca ni se complace en ellas. El corrupto ha torcido su mente para vivir definitivamente en el mal, en la ofensa al prójimo, a la sociedad y en el desprecio total de Dios. Y, de acuerdo con la Sagrada Escritura, el corrupto cree que “su culpa no será descubierta ni aborrecida”.  Nada más equivocado pues entre las perversidades propias de la corrupción está el hecho de que se autoexhibe como logro y así es también sentencia de muerte.

Mucho se ha hablado de la corrupción en Colombia, pero no tanto de ese hombre o esa mujer que están corrompidos. ¿Cuál es su origen? ¿Por qué escogieron ese modo de vivir? ¿Qué pensamientos y sentimientos los habitan? ¿Qué pretenden o qué buscan en la vida? ¿Por qué nuestra sociedad ha resultado ser terreno tan abonado para el pulular de estos seres sin ética y sin uso real de la razón?  Tema complejo. Discurren los teóricos y proponen respuestas como nuestra pobreza nunca resuelta del todo, o la posibilidad de la riqueza sin esfuerzo, o el ascenso social, o la ruptura con la clase social, o la lucha por llegar al poder a través de la podredumbre moral, etc. Corruptos también son los que asesinan para lograr sus fines, siempre disfrazados bajo pieles de ovejas políticas o sociales o económicas.

A lo anterior se suma un procedimiento insuficiente y es que aquí se busca controlar al corrupto, pero no se ve interés por tratar de generar hombres y mujeres que no se aventuren en esa senda del mal. Lo más grave es que no es raro escuchar decir que volverse corrupto es algo normal en la vida para salir adelante, al menos en Colombia. Habría que volver sobre la pregunta acerca de dónde se origina, crece y se manifiesta el corrupto. El inmenso mal que hace es apenas la muestra más espantosa de esta realidad. Acaso estemos viendo algo cantado desde hace mucho tiempo: el hombre y la mujer, hijos del escepticismo, de la tibieza ética, de la marginalidad religiosa, de la vida fácil, producirían tarde o temprano este ser que está aplastando una nación entera. ¿Existe el proyecto de un nuevo colombiano?