RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Agosto de 2013

¿Y si los desacomodamos?

 

He  escuchado el testimonio de jóvenes que asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil y una cosa me quedó clara: tener que pasar incomodidades por una causa bella es algo atractivo para ellos y los mueve en verdad. No hay ciudad que pueda acomodar bien a tres millones de visitantes y por lo tanto el frío y duro piso de escuelas públicas en misteriosos barrios llamados favelas, la irregular arena de las playas de Copacabana, el estrecho espacio de los vagones del metro (porque tampoco hay metro en el que quepan tres millones de nuevos usuarios) y el irregular servicio de comidas (porque quién atiende a tiempo a tres millones de personas), todo no fue sino aliciente para dejar ver que a las nuevas generaciones, con frecuencia, lo que les impide ser más grandes, es el espacio de plumas de ganso en que los hemos instalado.

Hubo un tiempo en que la vida era un poco más rústica que ahora y la gente resultaba ser más esforzada y se ilusionaba más con lograr resultados luchando y sudando la gota gorda. A no pocos jóvenes de hoy no les han dejado nada importante por lo cual esforzarse. Los llevan, los traen, les pagan, les compran, les tapan, les creen hasta las mentiras, les regalan, de modo que cual príncipes van cayendo como en una modorra existencial cuya expresión más sincera es “¡qué mamera!”. Sí, cuando llega la hora de hacer algo, ya no hay ánimos, sino desidia, pereza, exigencia hacia los demás. Es curioso cómo un estilo de vida pensado en términos ilimitados de bienestar termina por generar el peor de los efectos contrarios que resulta ser la falta de motivación para vivir, para emprender, para desarrollar talentos.

Cuenta el evangelio que uno corrió detrás de Jesús y al alcanzarlo le preguntó sobre la forma de ganar la vida eterna. “Anda -contestó Jesús- vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres y luego sígueme”. En palabras nuestras: desacomódate del todo, suelta las falsas seguridades, ponle un poco de buen riesgo a la vida, hazte capaz de escuchar un nuevo discurso, libérate de ataduras y entonces brillará el sentido de la vida, la razón de ser de nuestra existencia, el sentido de humanidad y se sentirá el deseo de infinito.  Desacomodar puede ser un método de enorme eficacia para que los jóvenes dejen ver todas sus potencias. Con frecuencia consentir demasiado es alienar.