RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Octubre de 2013

INDIFERENCIA

No ver al otro

Es  bastante usual que en los encuentros entre personas hoy día, una de los dos, si no las dos, mantengan sus ojos mirando sobre todo al teléfono celular y si suena, hablando por él. El que haya una persona sentada al frente no es problema, ni siquiera de buena educación pues esta desapareció como viejo invento burgués. Es impresionante el creciente número de encuentros entre personas, sean dos o muchas más, en los cuales daría lo mismo que el encuentro no se diera, pues mientras transcurre, la mente y también el corazón suelen estar en otra parte, representada ésta en el móvil que ocupa manos y ojos. El asunto tiene algo más de fondo.

La verdad es que en nuestra época las personas han sido mentalizadas o se han hecho un lavado de cerebro que les indica que ellas, cada una, es la más importante del universo y solo sus asuntos merecen su atención. Difícilmente los de los demás. Pruebas de esto hay miles y se relacionan, por la vía negativa, con todas las rupturas de relaciones que han terminado por dejar miles y miles de hombres y mujeres en ambientes de absoluta soledad. Pero es que si lo único que importa es uno mismo, ¿cómo aspirar a tener verdaderas relaciones humanas? La pésima educación del que usa y atiende su celular no obstante la presencia del otro ante sí, acaso no sea sino una manifestación más de ese narcisismo que marca indeleblemente al ser humano del siglo actual.

A tal grado ha llegado esta preocupación por lo propio que ni siquiera el culto religioso se ha liberado de la fuga por motivos telefónicos, es decir, que ni el mismo Dios es capaz de hacer que algunas personas se desentiendan un rato de sí mismas para mirar a su Creador.

Agresivo es este fenómeno, no el del celular, sino el de la incapacidad para ver realmente al que está enfrente de uno mismo. Nadie se siente bien cuando estando con otra persona, no es visto ni con los ojos ni con el corazón, mucho menos con la mente y el alma. Es como no existir. Y esto es lo que sucede en pequeño cuando se toma el móvil a la vez que se comparte con alguien: se le está diciendo que no existe para él, para quien su horizonte termina en la punta de su nariz. Lo de hombre invisible no era pura fantasía.