RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Mayo de 2014

Esos sí se venden

 

Un  dato del que no se habla mucho ni se menciona en las estadísticas públicas es el que señala que quizá los libros más vendidos hoy día en Colombia son los de índole religiosa. Los comentaristas habituales de libros están casados con unos autores “famosos” y algunas editoriales y omiten sin pudor la noticia sobre la literatura espiritual. Esta tendencia a no informar sobre el mundo espiritual en ninguna de sus facetas sería digna de analizar en foros periodísticos. Es una omisión incomprensible, siendo que se trata de una de las actividades más prolijas de la vida de las personas en general, pero se le tiene como si no existiera.

Con todo, lo interesante es tratar de leer el signo que hay detrás de esta amplia circulación de la literatura espiritual. Lo primero que se puede decir es que las personas tienden a buscar lo que les proporcione, también en nivel de lectura, elementos para un mejor vivir y la búsqueda de Dios es fundamental para la mayoría. En segundo lugar, este acudir a lo espiritual, lejos de ser una fuga de la realidad, constituye también un reflejo de la sabiduría que hay en cada corazón y que invita a beber, como lo hace el ciervo, en las fuentes y no en otras partes. Indica, en tercer lugar, que nuestra gente está ávida de sentido, de palabras de esperanza, de luces para el camino. Si estos libros sí se venden y no duermen como otros miles el sueño de los justos, las razones son importantes, más aún en una sociedad de la cual se afirma que poco lee (tal vez habría que decir: la gente no lee cualquiera cosa, por famosa que sea).

Dentro de ese abundante fluir de la literatura espiritual, la Biblia sigue ocupando el primer lugar y contrario a lo que se pudiera pensar desde aquel ángulo del olvido periodístico, la gente ahora más que nunca la está leyendo y asumiendo con seriedad. Es que se trata ni más ni menos que de la Palabra de Dios y esto ya marca la diferencia total. Todo es un signo alentador para nuestra sociedad tan propensa a lo decadente. La búsqueda de aquello que sabiamente llamamos “espiritual” es señal inequívoca de que el ser humano, el género humano, nunca perderá del todo el horizonte para el cual fue creado. A veces volvemos al barro, pero puede siempre más el aliento divino, por fortuna.