Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Agosto de 2015

PUERTO SEGURO

La perdurabilidad de la Iglesia

 

SI  algo caracteriza este nuestro mundo contemporáneo es su talante efímero en todo. Tal vez la liquidez de la que habla Bauman. Nada perdura, todo es como un fluido que nunca llega a ser sólido y que aunque da la apariencia de la adaptabilidad, a la larga no permite fundar nada sobre él. La cultura moderna ha hecho de lo efímero su credo y su arma más punzante. Esta última la dirige con precisión de rayo láser contra todo lo que se presente como firme, perdurable, verdadero por siempre. Y sin duda, uno de sus blancos preferidos es la Iglesia Católica pues tiene doctrina, tiene creencia, tiene fe y, sobre todo, poco y nada cree en las modas pasajeras, especialmente las intelectuales que se venden con tanta facilidad hoy en las ágoras urbanas.

La fuerza y el valor de la Iglesia residen, entre otras cosas, en su capacidad intrínseca de ser perdurable. Son también su riesgo pues abundan, aunque no tanto como parece, los que se niegan a aceptar que hay bienes perdurables, verdades inamovibles, doctrinas seguras y buscan destruirlos. Pero la Iglesia es por esencia y definición una realidad que perdura, capaz de custodiar la verdad, valiente para sostener erguida la bandera de la doctrina, que no es lo mismo que el dogmatismo de los librepensadores. Y la supervivencia de la Iglesia, amén de las razones sobrenaturales, está anclada en que posee y cultiva bienes eternos y no guarda en sus arcanos baratijas, aunque sean impronta de modernidad.

Y lo es muy cierto que este es también el atractivo de la Iglesia Católica. No cambia al son de los gritos callejeros o las banderas multicolores. Y después del incendio de sus templos sale más convencida que nunca de que la verdad brillará por si sola. Y la gente no alienada lo sabe y por eso la mira con respeto y devoción. Descubre en ella raíces que se hunden hasta hacerse invisibles en los siglos de la humanidad y en el mar de la eternidad que es la luz divina. Por eso las tormentas no la hacen temblar y curtida es en estas lides de la grosería humana. Por muchas razones a la vista y otras en los millones de seres con conciencia recta, la perdurabilidad de la Iglesia Católica sigue siendo sin duda el puerto seguro de toda alma sincera.