RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Marzo de 2012

También caerá

No sabemos si es cierto o si en eso hay exageración, pero parece que la postura firme del Papa Juan Pablo II ante el totalitarismo de los países comunistas, contribuyó a que los ciudadanos de aquellos pueblos se decidieran a derribar el muro de Berlín. El verdadero muro no era el de piedra y concreto, sino el ideológico y represivo que aprisionó por varias décadas a naciones enteras. El entonces cardenal Ratzinger interpretó el hecho como propio de la vida del Espíritu que se resiste a permanecer indefinidamente oprimido y subyugado. Ningún poder tiránico ha sido nunca eterno. El que hay en Cuba también caerá.

La visita que hizo Juan Pablo II a la nación caribeña y la que prontamente hará Benedicto XVI, aunque no tienen como fin tumbar a nadie, contribuirán a que eso suceda tarde o temprano. Es que donde se permita predicar el Evangelio se están sembrando semillas de libertad y de aborrecimiento de todo lo que pueda aplastar al hombre y a la mujer. Para los observadores inmediatistas estas visitas pastorales parecen no producir ningún efecto duradero. Para los que son capaces de mirar desde la atalaya espiritual de la historia humana, nada es más cierto y adveniente que la libertad donde ella ha sido suprimida y azotada. Es posible atemorizar a los sembradores y aún aniquilarlos. Pero no es posible hacerlo con el Espíritu.

Estos muros no caen tan rápido, no sólo por las usuales razones del poder verde oliva que los sostiene, sino porque tanto desde adentro como desde afuera son sostenidos por supuestos espíritus progresistas que avalan el totalitarismo para “salvar” al pueblo. En tales sistemas la palabra salvar es sinónimo de subyugar pues no se confía en la capacidad de cada sociedad de hacer su propio camino. Y esta empresa sin sentido se sostiene a base de hambre y, no nos olvidemos decirlo con fuerza, también con el glamoroso turismo que lleva a manos llenas divisas para el opresor.

Pues por segunda vez un Obispo de Roma pisará la tierra de Martí. No lleva armas en la maleta ni órdenes de embargo. Ni siquiera excomuniones. Lleva el Verbo, el que es luz que alumbra, potencia creadora, sentencia divina. Y es un Pontífice ya entrado en años, cuya presencia física tampoco impresiona demasiado. Aunque no lo diga en público, sin duda mirará con detenimiento para ver cómo van las grietas que empezó a crear su antecesor porque este muro caribeño también caerá. Hagan sus apuestas.