Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Marzo de 2016

La mala defensa del ser humano

¿Qué valor es más importante: la vida o la libertad? Pues la verdad es que solo cuando hay vida se pueden sostener otros valores. ¿Si no existiera la vida, para qué o para quién la libertad? Lo primero que hay que cuidar, sostener y proteger es la vida misma. Esto llevará sin duda a defender los valores que permitan conservar, hacer crecer, fructificar la vida misma. No tiene sentido, entonces, defender una libertad absoluta si esta sacrifica la vida. Y es lo que sucede hoy en día desde muchas instancias e ideologías que quieren autodenominarse defensores del ser humano. Y han puesto no pocas instancias del Estado y de otras instituciones a sus pies para que se sostenga una libertad sin límites que a la larga terminará aboliendo al ser humano. Así no se defiende la vida humana.

La apología del consumo de drogas alucinógenas y de alcohol, la permisividad con todas las actividades de alto riesgo, incluyendo algunos deportes extremos, la debilidad para contener al delincuente, la amoralidad en la concepción de la sexualidad, la vía exprés para acabar con los matrimonios y las familias, todo esto y mucho más, no son sino ataques al mismo ser humano, aunque se les presente como fruto de una mentalidad moderna y sin prejuicios. Y esta afirmación no es solo el fruto de reflexiones teóricas o conceptuales. Es sobre todo el fruto de la atención de tantísimas personas que alguna vez creyeron o las hicieron creer que su libertad sin límites era la vida expedita para el paraíso y se encontraron con el infierno, no fuera de sí, sino muy dentro de cada uno.

Hay que decirlo sin rodeos: hay legisladores, personas del Ejecutivo, magistrados y jueces; hay consejeros, sicólogos, siquiatras, médicos y también sacerdotes o pastores; columnistas, gentes de la televisión y la radio y otras personas que mueven opinión, que han montado toda una parafernalia para llevar al abismo a las personas so pretexto de las libertades individuales. Y cuando caen al fondo ni siquiera las vuelven a mirar. La valentía de hoy no consiste en hundir más al ser humano; todo lo contrario: es la capacidad profética de denunciar toda la mentira que se vende como verdad y de este modo evitar que más y más hombres y mujeres se hundan inexorablemente en el lodo de cuantas miserias ha sido capaz de producir la humanidad en su locura. Quien no sea capaz de defender la vida, incluso antes que la libertad, debería abandonar los puestos de mando, incluso el de su propia vida.