Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Marzo de 2016
Celebrar para tener identidad
 
Inicia hoy la semana llamada santa. ¿Lo es? Cada vez es más retador el ambiente de estos días, como sucede con la época de navidad, para quienes profesamos la fe cristiana en las diferentes iglesias. El sentimiento ambiente ha llenado esta semana de una connotación recreativa y también ha comenzado a transformarse en un par de días festivos, sin interrumpir demasiado el trabajo ordinario. En medio de esto, el creyente tiene el imperativo de hacer conciencia de lo que han de significar las celebraciones de la semana santa en la consolidación de su fe y también de su propia identidad espiritual.
 
En la vida humana las celebraciones tienen varios significados importantes. Uno de ellos es el de ahondar la identidad respecto a alguna dimensión de la existencia. Los cristianos festejamos en la Semana Santa el eje de nuestra fe: la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, el Hijo de Dios, el Mesías, con lo cual nos ha llegado la salvación del pecado y de la muerte. Celebramos, entonces, la pascua, el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios. Basta con estas afirmaciones para comprender que bien vale la pena, en la vida del creyente, detener su marcha agitada por unos pocos días, para volver a contemplar esa gesta magnífica de Cristo, realizada única y exclusivamente para el bien de la humanidad. No hay en esto ningún dios vanidoso buscando su propia exaltación a costa del ser humano. Más bien todo lo contrario.
 
El mundo actual es un poco corrosivo y hasta despectivo con la fe religiosa y por eso mismo los creyentes no podemos dejar pasar estos días, ojalá santos, sin una verdadera celebración que aumente y conserve nuestra fe. Vale la pena no desencajar el sentido de las fiestas religiosas y darles toda la importancia que les corresponden. No importa si alrededor muchas personas están en otro plan. Nuestro compromiso es con Dios y con nuestra salvación. Y quién no se da cuenta de lo bueno que puede ser tomarse unos días para orar, escuchar la palabra más maravillosa que existe, la palabra de Dios, contemplar a Jesús en la eucaristía y recibirlo sacramentalmente, renovar el bautismo en la hermosísima celebración de la noche de la vigilia pascual con sus signos de fuego, Palabra, agua y eucaristía. Una Semana Santa bien celebrada puede ser un oasis espiritual situado en medio del desierto en que transcurre buena parte de la vida colombiana, que a veces no parece tener brújula en ningún sentido. Por fortuna, el verdadero autor de la historia es Dios.