Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Abril de 2016

Entrenarse para amar

 

325 párrafos tiene el nuevo documento del Papa Francisco, La alegría del amor, sobre el tema de la familia. Y de esos párrafos, 74 están dedicados al amor en el matrimonio. Conforman el capítulo cuarto del documento, el más extenso de toda la obra, dividida en nueve secciones. Acierta luminosamente el Pontífice al poner en el centro del tema de la familia y del matrimonio, la realidad del amor, siguiendo a San Pablo en su conocido himno de la caridad, en la primera carta a los cristianos de Corinto. Es inútil seguir discutiendo sobre leyes, bien sean estas eclesiásticas o civiles, acerca del matrimonio y la familia, si primero no se repasa la gran enfermedad de nuestro tiempo: la incapacidad de amar verdadera, sincera y profundamente.

Lo han dicho los estudiosos desde hace largo rato: somos una sociedad marcada por un narcisismo enfermizo que nos ha convertido en seres que no pensamos en cosa diferente al propio éxito, la propia realización, la propia felicidad y que hace que veamos a los demás simplemente como medios para nuestra realización. El amor verdadero es todo lo contrario: es la entrega total al otro, es el gozo con la alegría del prójimo, es la capacidad de entender el sufrimiento del que está a mi lado e inclusive el contemplar la posibilidad de morir por otra u otras personas. Nada que ver con ese egoísmo reconcentrado que impide, incluso, el desarrollo de una sana identidad, bien sea masculina o femenina. Mientras la sociedad contemporánea no asuma el paradigma del amor verdadero no existe la menor posibilidad de que aparezcan nuevas luces para la vida de la familia y del matrimonio.

A nadie debe extrañar lo que está pasando de hecho con innumerables matrimonios y familias hoy en día, en lo que respecta a sus dificultades y rupturas. He ahí una muestra del resultado de la cultura narcisista en que vivimos. Como tampoco debe extrañar a nadie lo que se hace hoy en los Estados, tanto a nivel ejecutivo, legislativo y judicial: estas instancias están copadas completamente, no por tendencias filosóficas de hondo calado, sino por seres hijos de esta cultura que quiere crear al superhombre, centrado solo en sí mismo sin importar lo que diga la naturaleza, la sana antropología, el verdadero derecho y mucho menos la Palabra de Dios, centrada en el amor. Educar en el amor es el gran reto actual de quienes en verdad aprecian al ser humano. Lo demás son elegantes manipulaciones.