RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Mayo de 2012

Intemperancia

“Asesinos,  criminales, terroristas, narco-terroristas, bandidos, hampones…”, son palabras que a diario, con más frecuencia de la recomendada y deseada, están saliendo de la boca de algunos sectores de la dirigencia colombiana. Son más que palabras. Casi son gritos de ataque y sobre todo provocaciones peligrosísimas. Y también, expresiones que ponen en riesgo a muchas personas que no creen que esa palabrería dura arregle ningún problema en parte alguna del mundo civilizado y racional.

La vehemencia también requiere inteligencia y sentido de comunidad para no arrojar sociedades enteras en las fauces de los leones.

Tal vez nada refleje mejor la idiosincrasia de los colombianos que las opiniones que el común de la gente da después de que se suceden las tragedias de la violencia o los desastres de la naturaleza. Son palabras, por lo general, ponderadas, realistas, muchas veces de reconciliación, de gratitud con Dios por haberse conservado la vida, de preguntas sobre el sentido de la barbarie.

Es muy raro, por no decir que nunca se da, que el colombiano del común tenga palabras de venganza, de odio visceral, de amor por las armas. No. El pueblo colombiano es un cuerpo moderado y esto lo detestan los intemperantes, los revolucionarios, los fanáticos. Y nunca estos temperamentos han gozado del beneplácito de la sociedad.

La intemperancia de los dirigentes representa un peligro para los ciudadanos del común. Los primeros viven rodeados de toda clase de medidas de seguridad, mientras los segundos deambulan indefensos por andenes y veredas. La virulencia verbal llena de pavor a los del común y también a otros estamentos. Tenemos los colombianos todo el derecho, en esta interminable lucha social soterrada, a reclamar ponderación en la dirigencia, pues nos pueden estar conduciendo a situaciones más lamentables de las ya largamente vividas. Ponderación es uso previo de la inteligencia. Moderación es una forma sostenida pero de bajo perfil para enfrentar la realidad. La sociedad no es mejor entre más insultos y altanerías se emitan.

Los enemigos de la democracia y de la sociedad colombiana en general son feroces. No conviene dejarnos llevar por el odio para provocar sus actuaciones demenciales. La idea es seguir caminando protegidos, como en una larga pasión, soñando con la luz y la vida. Mal haríamos en detenernos después de cada latigazo o antes de los mismos a provocar a los flageladores. Cada paso en la pasión fue un acercamiento a la derrota de la muerte. Mucho más importante que hablar es avanzar el camino.