“No se trata de pensar igual, no se trata de unanimismos, no se trata de eludir las sanas discrepancias que son propias de la democracia”, sino “de ser capaces de darles vida a los consensos, de que además seamos una nación grande, una nación sólida y nación segura”.
Al volver una y otra vez sobre las palabras de posesión del presidente Duque, llega a mi mente un texto de Antoine de Saint-Exupéry que fue opacado por El Principito y por Piloto de Guerra: Carta a un Rehén, narración corta nacida de un prólogo a una obra de Leon Werth, su gran amigo judío que estaba oculto de los nazis en la Francia de Vichy, porque su vida, como la de tantos otros, peligraba.
Para entonces, Saint-Exupéry vivía exiliado en Nueva York y el recuerdo de su amistad con Leon Werth le permitió hacer esta narración, para mí la más bella de su fructífera producción literaria, que pasó a la historia como la exaltación del humano bueno, aquel capaz de honrar al contrincante en medio de las diferencias, considerándolo a la manera de Humberto Maturana un legítimo otro en la convivencia “¡Estoy tan cansado de polémicas, de exclusividades, de fanatismos!”
“En tu casa puedo entrar sin vestirme con un uniforme, sin someterme a la recitación de un Corán, sin renunciar a nada de mi patria interior”.
“Junto a ti no tengo ya que disculparme, no tengo que defenderme, no tengo que probar nada”.
“Más allá de mis palabras torpes, más allá de los razonamientos que me pueden engañar, tú consideras en mí simplemente al Hombre, tú honras en mí al embajador de creencias, de costumbre, de amores particulares”.
Los colombianos somos rehenes del odio y la animadversión. Estamos heridos. Somos rehenes de los ismos, esos que nos han llevado a un fanatismo que colinda con el idiotismo. Hemos retrocedido como sociedad. Somos rehenes de la venganza. Rehenes de la oscuridad del alma colectiva.
La última contienda electoral dejó vencidos y vencedores. Las urnas se convirtieron en un foso romano, saco de boxeo, ring de pugilato. Todos perdimos, aún quienes ganamos. Las familias quedaron fracturadas. La democracia se tornó en batalla campal de sordos de diestra y siniestra.
Las palabras de Duque son el primer día de un nuevo día. Ojalá todos seamos capaces de suscribir de corazón ese gran pacto de amor por Colombia al que nos ha invitado. Quizás entonces podamos afirmar como Antoine de Saint-Exupéry en Carta a un Rehén:
“Si difiero de ti, lejos de menoscabarte, te engrandezco. Me interrogas como se interroga al viajero”.
“Yo, que como todos experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro”.
“Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te informaron acerca de lo que soy, sino que la aceptación de quien soy te ha hecho, necesariamente, indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas”.
“Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy. ¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga? Si recibo a un amigo en mi mesa, le ruego que se siente, si renguea, pero no le pido que baile”.
“Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar”.