El gobierno y los dirigentes del paro no han logrado ponerse de acuerdo. De un lado se habla de “conversación” y del otro se plantean “exigencias”. ¿Qué tal si recurren simplemente al diálogo? Por ahora el paro continúa y las marchas siguen siendo nutridas. También, la vieja retórica marxista ha salido a la palestra como si se estuviera enfrentando una dictadura. Con todas sus debilidades, en Colombia tenemos la democracia más cimentada del continente, capaz de resistir el asalto de la llamada “Revolución Molecular Disipada”.
Ese es un nombre sospechoso, pero cuando la estrategia utilizada en varios países coincide, sería ingenuo desconocerla. Su impulsor fue el filósofo francés Félix Guattari (1930-1992), quien en estos días se ha puesto de moda por el comportamiento similar de los movimientos de protestas, desde los Chalecos Amarillos hasta las revueltas en Chile, Ecuador, Bolivia y el prolongado paro colombiano.
Su primer objetivo es “cortar el flujo de la normalidad”. De ahí que en muy pocas horas se destruyera el metro de Santiago y se dañaran más de 40 estaciones de Transmilenio en Bogotá. Se trata de alterar la vida de la gente hasta exasperarla. Eso explica que se le dijera a los estudiantes el 23 de noviembre: “marchen hacia el aeropuerto”. Si el Esmad no lo impide hubieran paralizado Eldorado.
La segunda fase es el “escalamiento”, es decir, el incremento de las marchas y de las acciones violentas que se vieron en Bolivia, Ecuador y Chile. Así ocurrió el jueves 22 de noviembre en Bogotá y Cali. En Chile intentan pasar a la etapa de “Copamiento”, en la cual la capacidad de respuesta de las instituciones democráticas es casi nula. Es la vía a la “Saturación”, que conduce a la “Dictadura Democrática”, puesto que la democracia directa es impracticable.
Sin embargo, la moderación del espíritu nacional se ha reflejado en las últimas manifestaciones y las tensiones entre los protestantes radicales y los mesurados ya se asoman. Pero como persiste la vandalización de los buses y la interrupción de la movilidad, le corresponde al gobierno proteger el derecho de todos a abrir sus comercios, ir a trabajar y regresar a sus casas utilizando el transporte público. Si no lo hace sumará en su contra a las víctimas del paro.
La última encuesta de Invamer–Gallup registra un fuerte choque entre la ciudadanía y las instituciones. Hasta los medios de comunicación salen golpeados. Es que la fe en el sistema democrático se ha ido perdiendo por la corrupción generalizada y la ineficacia de las políticas públicas. Ya el crecimiento del PIB no le dice nada al necesitado de la atención del Estado. Se ha roto el vínculo entre lo político, lo económico y lo social. Y no es un secreto que en el siglo XXI fracasó el modelo de desarrollo que nos recetó el Consenso de Washington, aquí representado fielmente en el anuncio de un IVA del 19% a la canasta familiar, que afortunadamente se archivó no sin antes haber desplomado la favorabilidad del gobierno Duque.
Por eso es el momento para entender la angustia social y darle paso a una democracia en donde la Economía se subordine a la Política, como lo planteó el presidente Duque en su crítica a las tecnocracias neoliberales. Duque tiene los conocimientos, la capacidad y algo de la soberbia necesaria para virar hacia una Democracia Eficaz que rompa el círculo vicioso de nuestra pobreza y de nuestra desigualdad. Al fin y al cabo, como decía Belisario Betancur, los problemas de la democracia se resuelven con más democracia.