RICARDO EASTMAN DE LA CUESTA | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Septiembre de 2011

Libia: no como Irak


“Una ventaja: vecinos no interferirán en los asuntos internos”


LA  reunión cimera de París, donde 60 naciones (con China y Rusia sentadas) comenzaron a definir el futuro de Libia, indica muy a las claras que Trípoli no seguirá los pasos de Irak, donde ha sido más costosa la emancipación de Sadam Hussein que la misma dictadura.


El mundo entero tomó atenta nota del pasado reciente y se aplica ahora a encarrilar al Consejo Nacional de Transición libio para que, por ambición o inexperiencia, no ahonde la crisis institucional, política y económica derivada de la sórdida tiranía de Gadafi.


En un país prácticamente sin estructuras políticas y sociales, el reto es adelantar elecciones en 20 meses y manejar con juicio los recursos congelados a Gadafi, que se entregarán a la nueva comandancia nacional. Es necesario que cada libio comience a disfrutar de una cierta prosperidad, porque de lo contrario podría degenerar en una guerra intestina sin horizonte. Hoy cada ciudadano anda armado, agredir otra vez no parece tan difícil. Descontento, y basta. Desarmar la población es un primer objetivo.


En Irak fue una coalición comandada por Estados Unidos la que derrocó la dictadura. El pueblo no estaba preparado para el cambio. El resultado de la experiencia es lamentable: el Congreso nacional adoptó el Corán como la Constitución Nacional, los servicios públicos se prestan de manera intermitente, los atentados terroristas son mortales y la nueva dirigencia política no ha estado a la altura de las circunstancias.


En Libia la revuelta la encabezó una clase media educada, que luchó sin las diferencias religiosas que obstaculizan el proceso iraquí. Nacionalistas e islamistas se unieron para derrocar al sátrapa. La eterna disputa entre chiítas y sunitas, las dos grandes facciones del Islam, no puede trasladarse al proceso de recuperación libio. Éste es un país religiosamente homogéneo.


Ante la promesa de “no purga”, ahora la policía patrulla la capital. Gran parte del ejército se había pasado a los rebeldes. Esto hace que la fuerza institucional pueda continuar su tarea sin solución de continuidad. Refundar las fuerza armadas será fácil en Libia, en Irak no se pudo. Los que sí estarán por fuera del nuevo gobierno serán aquellos funcionarios del régimen caído que no desertaron antes de la derrota final.


La recomposición política es otro reto. Desde crear organizaciones partidistas, hasta amparar el movimiento musulmán de alguna manera aislado por las tendencias liberales de los colaboradores de Gadafi. Si los iraquíes prefieren un gobierno presidencialista con poder, los libios van a optar por el sistema parlamentario.


Tienen una ventaja: los vecinos no interferirán en los asuntos internos, como sí los hacen algunos en Irak. Pero el desafío está adentro: la rivalidad tribal de tripolitanos y cirenaicos y la posible corrupción por el manejo de la riqueza petrolera. En fin, volver a empezar es difícil, tratándose de una nación más.