Rodrigo Pombo | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Marzo de 2016

ESQUINA AZUL

Lo hemos perdido todo

 

LA reciente decisión de la CIJ sobre el territorio colombiano impulsa los tiempos actuales. Providencia inapelable pero injusta que exhortó al Presidente Santos a acatar las sugerencias de la oposición y, por vez primera, construir una política de consenso, una verdadera política de Estado.

No acatar el fallo me incomoda, pues en eso precisamente consiste la civilidad; en agachar la cabeza frente a las decisiones que se le someten a un tercero antes que acudir a las armas, o a las vías de hecho y violentas. Pero cuando no se cree en la justicia, cuando ésta pierde toda dignidad y magistratura, cuando en ella no se acata ningún principio que ofrezca neutralidad, imparcialidad y seguridad jurídica, o cuando ella misma desconoce sus propios fallos y las órdenes normativas a las cuales está supeditada, pareciera legítimo desconocer sus dictámenes.

Lo curioso es que el Presidente Santos ternó al Fiscal Montealegre, aquél triste bellaco que enlodó la justicia tanto como Gómez Mendez o cualquiera otro de esa misma ralea. La consecuencia no tardó en llegar: persecución política y desconocimiento de la imparcialidad y el decoro judicial.

Y el Presidente Santos y no pocos de sus Ministros acusaron a aquellos que desconocían la autoridad del perseguidor y conminó a sus detractores a “poner la cara” y a “ejercer su defensa en los estrados judiciales” y a “acatar la ley y las sentencias”.

Pero cuando el fallo no le conviene, cuando no le gusta o no se acomoda a sus intereses, así éste provenga de la más alta Corte Mundial creada para el efecto, se desconoce y desacata, como sucedió en el año 2012 y como acaba de suceder ahora, y nadie parece ruborizarse por ello.

Las palabras presidenciales nadaron con tranquilidad entre los dirigentes políticos sin percatarse de su insalvable contradicción. Si el Presidente pide respeto a los fallos y decisiones judiciales, lo mínimo que puede hacer es empezar por respetarlos.

Vivimos tiempos de incoherencia donde Sócrates y el Critón son pasajes históricos más que vivencias ejemplares y en donde los políticos quieren ser importantes antes que útiles. Así las cosas, pasa el tiempo y se empieza a construir consenso nacional sobre fangosas tierras de ilegalidad, de incivilidad, de desacato y, curiosamente, todos contentos.

Twitter: @rpombocajiao

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.