Rodrigo Pombo | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Abril de 2016

ESQUINA AZUL

Dialogar con las bacrim

 

 

FILOSÓFICAMENTE hablando y en honor a la justicia, el Gobierno Nacional debería extender su mano  -y cuanto antes-, para dialogar con las bacrim. No hay razones de peso que así lo impidan, mucho menos históricas.

 

Para quienes profesamos el credo político de la autoridad, de la superioridad del Estado de Derecho, de las tradiciones, ergo, de la civilidad, partimos del supuesto que la historia, -más como creencia que como ciencia-, habla y lo hace de manera contundente. Por eso hay que oírla, por eso hay que atenderla. Y la historia reciente en Colombia nos ha llevado a dialogar con los criminales, y entre más poderosos lo son, más urge el diálogo. Los diálogos con los terroristas no son pues cuestión de naturaleza sino de grado. Entre más terribles y poderosos son más conminatorias las peticiones de dialogar con ellos. Esa es nuestra herencia, así habla nuestra historia reciente.

 

En cualquier Estado que aprecie la civilidad el diálogo con la delincuencia aparece como un impedimento ético. Empero, nuestras élites, (aquellas de la generación del 68, aquellas imbuidas en las desérticas creencias de la igualdad, de la reivindicación y, por lo tanto, en el amor a todas las formas de lucha y al uso de la violencia para imponer creencias políticas), terminaron por legitimar el discurso y posteriormente, el diálogo.

 

La cosa se les complicó cuando quienes levantaban su voz de protesta no eran los que cargaban consigo la doctrina estalinista, ni la Troskista o la Maoista. La cosa se les puso color de hormiga cuando se evidenció que más allá de la ideología y el discurso existían protuberantes intereses de lucro, de poder, de soberbia. ¿Qué relación de causalidad tenía incinerar a niños para alcanzar la igualdad? ¿Para qué desplazar a más de 6 millones de personas so pretexto de la reivindicación? ¿Qué nexo encontramos en la mutilación de fetos, de madres y de secuestrados con la prosa de la pobreza y el escalamiento social?

 

No existiendo entonces diferencia material entre unos y otros y comprendiendo que todo acto de criminalidad ostenta la misma precaria naturaleza moral y que la claudicación de nuestras élites políticas nos ha llevado al diálogo, tenemos que hacerlo con cuanto criminal de gran calado eleve su voz y extienda la bandera blanca. No existe, insisto, razón alguna para impedirlo, para vetarlo o, siquiera para limitarlo. El diálogo, así las cosas y dada nuestra circunstancia se impone para con todo aquél que supere las fuerzas de una comunidad vencida o la esperanza de una comunidad que no encuentra faros ni norte alguno en el mundo político.

 

Esa es la herencia del diálogo; la única herencia cierta y constatable. La herencia que utiliza el cobarde escudo de la Paz; el legado del arrodillamiento y la postración. Por tanto, hay que dialogar con las bacrim aprovechando esta cochada de “conversaciones”.

Twitter: @rpombocajiao

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.