RODRIGO POMBO | El Nuevo Siglo
Jueves, 18 de Abril de 2013

Cuál mandato

 

El mundo periodístico es intocable. A pesar de que vivimos en una democracia ningún opinador y periodista es responsable por sus actos a pesar de que sean calumniosos e injuriosos. En esas estamos y el cuarto poder, de marras, ha venido arrodillando a la justicia.

Sin embargo, el titular de primera página de El Espectador al día siguiente de la marcha gubernamental por legitimar su proceso de paz me pareció, por decir lo menos, irrespetuoso.

Valiéndose de que nuestra pobreza material se ve reflejada en la casi inexistencia de periódicos en nivel nacional, El Espectador desconoció la realidad de los hechos para validar un discurso político. No digo ya que los dueños del medio no puedan hacer valer su doctrina política, lo que fustigo es que lo hagan en contra de la verdad, y los mínimos criterios de objetividad periodística.

La marcha fue un éxito para el Gobierno porque a través del sobredimensionamiento mediático cumplió con otro paso más hacia la negociación. Fue un éxito para Petro quien gracias al Presidente se reencauchó a pesar de su pésima administración y, sin duda, fue un éxito para las Farc quienes vieron bien consignados sus recursos para insistir en que la paz, con ellos, es una cuestión política antes que judicial.

Pero fue un desastre a nivel político. Las regiones la desconocieron toda vez que se trató de una marcha forzada, obligada por el Palacio de Nariño y el Palacio Liévano con unos recursos paralelos de las Farc y quien sabe cuántos otros tantos delincuentes que vieron en ella la oportunidad para asaltar la buena fe de unos ingenuos campesinos que no saben a qué y por qué los trasladaron a marchar.

Los miles que marcharon no lo hicieron por la convicción y el compromiso como lo hicimos los millones que marchamos contra las Farc el 4 de febrero de 2008. No hubo allí un mandato por la paz por varias razones: i) no tuvo el origen popular sino la influencia gubernamental; ii) no fue de toda una nación sino de unos cuantos en la capital; iii) no tuvo ni la espontaneidad de una nación libre que demanda la paz ni las condiciones de genuinidad que legitiman un discurso; iv) se alimentó, y así lo confesó el Ministro de Defensa Nacional, de espurios recursos provenientes de la acometida de crímenes de lesa humanidad y; v) lo más importante, lo único que evidenció es la ruptura entre una elites enquistadas del poder que como el Fiscal General quieren la paz a costa de la impunidad con una nación comprometida con los cánones de la justicia.

 

*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI