RODRIGO POMBO CAJIAO* | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Julio de 2013

Son autoridad para la gente

 

No acaba de terminar su exposición el general Restrepo, de la Policía Nacional, cuando se prende el llamado de mis manos a digitalizar estas palabras.

General paisa, joven, bien informado y estructurado, conocedor de su oficio, de presentación impecable y buenas maneras democráticas y está a cargo, entre otros, de la seguridad del Departamento del Bolívar. Como es natural, una de sus prioridades es la de encauzar la violencia pandillera y sicarial de la “Heroica”.

La situación no da para menos: muertes diarias, pequeñas pero cotidianas extorsiones que pasan desde el boleteo para no romper los vidrios de las casas y almacenes hasta la extorsión por seguridad para poder ingresar pacíficamente a los barrios. Se trata, como se ve, de extorsiones menores en presupuesto pero gigantes en afectación anímica comunitaria.

Como si la situación no fuera lo suficientemente traumática la percepción de la máxima autoridad policíaca de la región lo es aún peor: “lo más grave es que no podemos actuar. La comunidad nos ve como unos intrusos”, afirmó el General.

Se han tratado de ganarse el cariño y respeto de las comunidades pero siempre que elevan la voz de la autoridad se les tilda de autoritarios y de ejercer “políticas represivas”. Medios de comunicación, líderes políticos y, por supuesto, los cabecillas de las bandas criminales, tildan de “represiva” cualquier conducta que implique el uso legítimo de la fuerza.

Hace dos semanas mataron al último de los patrulleros, a bala y sin piedad. Lo hicieron porque sus superiores le impiden usar sus utensilios de trabajo, esto es, la pistola y el bolillo. La consecuencia: un doloroso funeral acompañado de la indignación de la gente afectada que clama por la “presencia de la autoridad”.

A eso hemos llegado. A eso nos ha traído la mano débil de nuestros antepasados. A creer que el legítimo uso de las armas implica una actitud represiva cuando de lo que se trata es de cumplir el primer y principal deber constitucional: proveer seguridad y tranquilidad.

La gente, las personas que habitan este territorio, demandan seguridad. Ya no la de las grandes y alejadas estadísticas, no las de las encuestas y la percepción sino la que les permita disfrutas de su vida, honra y bienes.

Pero el país está en otra discusión. Está en ver la forma cómo se desprestigia cada vez más el principio de autoridad, si es que aún nos queda algo de él.

*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI