RODRIGO POMBO CAJIAO* | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Agosto de 2013

Se nos salió de las manos

 

Con más de 17 paros violentos y algunos armados de talla nacional en su haber, el cuatrienio Santos se desprestigia como cual liberal gobierno en materia de seguridad y orden. Esas vulgares manifestaciones han paralizado al país y nos han costado, a los que pagamos impuestos, más de 3 billones de pesos.

 

Se escucha -y no sin razón-, que “el país se le salió de las manos” al Presidente de la República pero, con el perdón de todos y a fuerza de la verdad histórica, no creo que el desmadre se le haya salido de las manos al gobierno de turno sino a la nación entera.

No son pocos los editoriales, las columnas de opinión, las voces de académicos y brillantes mentes que han venido clamando por la legalidad de la protesta armada y violenta. No de hoy sino de siempre y no por presión sino por convicción. Para esas inmensas voces mediáticas más vale la legítima protesta que la calidad de vida y la protección de los derechos fundamentales de las mayorías de los colombianos. Para ellos importan más las teorías políticas revolucionarias y las entelequias generalizantes que los derechos de las personas y su bienestar real y cotidiano.

 

Tan notables voces legitiman las protestas porque desde siempre han legitimado la violencia. Al fin de cuentas, ¿qué son unas cuantas protestas, con unos cuantos muertos, saqueos y destrucción al lado de defender las más grandes fuerzas terroristas de la historia humana?

La comparación es simple: si era legítima y justificable la revuelta armada, la combinación de todas las formas de lucha y la violencia como actuación política, cuánto más una manifestación popular que por violenta que sea y por más vidas humanas que cobre se verá siempre pequeña ante hecatombes como esa.

 

Si perdonamos a los de las Farc tenemos, en consecuencia, que perdonar a los asesinos que han cobrado las muertes de policías y compatriotas en estas macabras marchas. Y como no sabemos cuáles son los alcances del perdón para los máximos capos de la destrucción apostados en La Habana, no tenemos parámetro de juzgamiento para los sicarios de las marchas.

El Presidente no tiene escapatoria, las cosas le saldrán mal no por mala voluntad (que lo que es cierto es que tiene buenas intenciones) sino porque se dejó llevar por las voces de la medusa popular en vez de dedicarse a gobernar que para eso fue que lo eligieron los uribistas con los votos de un expresidente a quien se le premió, por sobre todo, su capacidad de mando.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI