Sainete político en Venezuela | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Enero de 2025

La historia de nuestra América Latina nos ha mostrado episodios políticos colmados de simbolismo y drama, pero lo ocurrido recientemente en el vecino país de Venezuela trasciende los límites de lo común. El panorama político que rodeó la posesión presidencial en este escenario, al que algunos llaman “el sainete en Miraflores”, es una mezcla compleja de estrategias, emociones y preocupaciones que no pueden pasar desapercibidas para quienes seguimos con detenimiento los acontecimientos de nuestra región.

Es evidente que el acto estuvo cargado de significados que van más allá de la formalidad institucional; para algunos, fue un triunfo político, para otros, una derrota disfrazada, pero, en cualquier caso, lo que presenciamos fue el clímax de un enfrentamiento que no se limita al terreno político, sino que coquetea con las lógicas de la guerra.

Al observar el entramado de estrategias, algunas audaces y bien calculadas, frente a otras claramente improvisadas, resulta evidente que las tensiones no se disiparan con la sola posesión presidencial, por el contrario, ésta fue apenas un nuevo capítulo del drama que todavía está lejos de resolverse.

La política, como bien lo han señalado los estudiosos de las ciencias sociales, es en sí misma una forma de disputa, un campo en el que los actores buscan imponer su visión del mundo y su legitimidad ante el resto de protagonistas; sin embargo, cuando estas disputas se radicalizan y pierden el respeto por los principios democráticos, el riesgo de caer en el terreno de la confrontación guerrerista se vuelve inminente.

Lo que vivimos en Venezuela es un llamado de atención para toda la región pues resulta preocupante que el reconocimiento político, tanto a nivel interno como internacional, esté siendo objeto de una pugna que más bien parece un juego de poder. Mientras un sector busca la validación legislativa, otro apela al respaldo del clamor popular y esta dicotomía genera un contexto incómodo, pues se pone en duda la legitimidad de las instituciones y se avivan tensiones que afectan no solo al país vecino, sino a toda la comunidad internacional.

Aún es temprano para vislumbrar cómo terminará este capítulo en la historia de Venezuela, pero de algo podemos estar seguros: el enfrentamiento no ha terminado. Por ello, roguemos al Supremo Hacedor que el desenlace de este drama sea eminentemente político y no guerrerista, porque las consecuencias de lo segundo podrían ser catastróficas no solo con Venezuela, sino en todo el hemisferio. Es momento para que los actores políticos de la región recuerden que el diálogo, la prudencia y el respeto mutuo son las armas más poderosas para construir paz y estabilidad.

Que este episodio nos sirva de lección y reflexión. El camino hacia un futuro mejor para nuestros pueblos debe estar cimentado en la búsqueda incansable de la concordia y el respeto por las instituciones.