A propósito del libro póstumo del padre Alfonso Llano Escobar, “Soy Libre”, recuerdo que lo conocí en 1982, cuando era decano del medio universitario de la facultad de medicina de la Javeriana. Colaboré jurídicamente en la gestación de una de sus fundaciones y tuve varias reuniones con él y con su grupo de médicos del San Ignacio. Después sólo pude saber de él a través de “Un alto en el camino”, su columna dominical en El Tiempo y por la noticia de los “castigos” concomitantes a que era sometido por la jerarquía eclesiástica con ocasión de sus cuestionamientos en intrincados asuntos teológicos y doctrinales.
En vez de ir directo al grano de sus apuntamientos, como paisa vehemente, en su prurito por llegar a la verdad (lo más terrible en la investigación de la verdad es que a veces se la encuentra) le faltaron dos condimentos “suavizantes” esenciales: la Ley de Charles (“Charles” machete a los argumentos, para hacerlos coincidir con lo que se pretende) y los postulados del Dr. “Jartera” (“Hartera”, dirían los más puristas) por cuya vía “relajante” y “descartante” llegamos a conclusiones favorables a nuestros intereses. Explico: “qué jartera” inmiscuirnos en investigaciones para debatir la virginidad de María, por haber concebido más hijos con su marido, José, el carpintero; “qué jartera” analizar si ella no subió a los Santos Cielos en cuerpo y alma, sino sólo en alma, porque el cuerpo, dicen, se le quedó en el sepulcro.
“Qué jartera” entender que los regalos navideños no los trae el Niño Dios, sino los padres de familia (a mí me lo confesó mi hermana Gilma, ya viejo, y casi me da un infarto). Es como cuando le matan a uno la “magia” de las cosas; “qué jartera” ponerse a deliberar si Jesucristo tenía relaciones extramaritales con María Magdalena; “qué jartera” ponerse uno a inquirir si el cielo queda arriba y no debajo de la tierra; “qué jartera” inmiscuirse uno a cuestionar si Jesucristo fue más hombre que divinidad, o lo contrario, o si es eterno o sempiterno.
Pero este novedoso método de “investigación anticientífica” que propongo, no sólo ha de predicarse en temas religiosos. También se puede aplicar en series animadas de TV y en tiras cómicas: “qué jartera” ponerse a investigar si la relación de héroes machos como Batman y Robin en realidad se trataba de una empresa justiciera emprendida por un par de maricas; “qué jartera” que se pongan a inventar historias como que Coné, sobrino de Condorito, en realidad era hijo extramatrimonial suyo con Yayita, porque entonces ¿quién se aguantaría a su insufrible suegra, doña Tremebunda, haciendo reclamos?; “qué jartera” averiguar si Hugo, Paco y Luis, los sobrinos del Pato Donald, eran en realidad hijos de una metida de pata…
Mejor deja así, querido padre Llano. Ya no te hagas más daño y sigue orando con María Inmaculada y con Jesucristo por la permanencia -in aeternum- de la magia de la fe, del amor y, sobre todo, recuerda: los creyentes somos héroes de la moral cristiana.
Post-it. Gran hombre el que acaba de partir, Mijaíl Gorbachov, a quien tuve el honor de fotografiar en Jerusalén, 2008. Le debemos, con Ronald Reagan y Juan Pablo II, la caída del “Muro de la Infamia”.