SERGIO VESGA DÁVILA | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Agosto de 2014

Atentados y Farc

 

Los atentados de las Farc no dan tregua y esa es la sensación que políticamente pretende el grupo guerrillero, creando zozobra, la apariencia de fuerza que es parte de su estrategia propagandística. Para ideólogos de izquierda armas, bombas, minas antipersonas, fusiles, es su manera de “hacer la política hablando duro”. Para esto se valen del factor sorpresa con ataques en sus zonas de influencia a patrullas policiales o del Ejército, tomas a municipios, en lugares donde puedan dar el golpe y esconderse. La prensa hace despliegue informativo y de paso campaña a ellos, logrando así el objetivo perseguido por los insurgentes, quienes detrás de esta táctica mejoran su posicionamiento en las negociaciones, es decir, concesiones en las mesas de negociación.

La guerrilla hablando con lenguaje guerrerista prepotente en Cuba consigue ganar en el campo político, sembrando opinión de fortaleza propia y la de desgobierno en su interlocutor, sumándole a este el desgaste que produce a una política de Estado aceptar negociaciones en la mesa y recibir golpes por debajo de la misma, produciéndole ventajas a la cúpula del Secretariado, con las que justifica su medio maquiavélico de triunfar, signado en el axioma: “Usando todas las formas de lucha venceremos”.

Es el reto del Gobierno en las mesas de La Habana, dialogar con sus jefes naturales quienes igual con su estilo dejan en la opinión pública la duda del control sobre sus escuadras, las que siguen secuestrando, quemando carro-tanques, las que parecen ruedas sueltas frente a unas negociaciones de paz. No es así, es su juego perverso. Pero estas son las reglas dentro de las que se han desarrollado estas conversaciones, en medio de un conflicto sin cese de hostilidades. El Gobierno ha respondido con acciones militares y golpes a la insurgencia. Al iniciar su segundo mandato Santos la tiene clara, enfrentar y si es posible derrotar en el terreno militar a la insurgencia y para ello ha ratificado a un ministro de Defensa que les habla duro y ejecuta rápido, cuidando no afectar las negociaciones o el Derecho Internacional Humanitario, lo que obliga a todo representante de un Estado de Derecho que ostenta legitimidad.

Difícil tarea, pero es por la que votó el colombiano elector que respaldó la política de paz negociada, acompañada del respaldo de unas Fuerzas Militares aprestigiadas con una opinión de limpieza, voluntad de servicio en sus filas que ostentan las armas de la legitimidad. Alea iacta est -la suerte está echada-, dijo Julio César pasando el Rubicón, río del nordeste de Italia, en su campaña por consolidar la República Romana. Avanti Presidente que el país espera resultados.