Libre que es uno de hacer asociaciones, mientras veo en primera plana de los diarios de fin de semana que “uribito” será extraditado y por ser tan bobo pagará más prisión que los arrepentidos asesinos, masacradores, expoliadores y secuestradores del partido de la rosa, pienso en un concepto aprendido recientemente gracias al filósofo coreano Byung-Chul Han: shanzhai.
En la China antigua, el aprendizaje artístico se llevaba a cabo copiando; a su vez, la copia era un homenaje al maestro. En su libro Shanzhai, Byung-Chul Han refiere que los chinos -tan famosos en los sanandresitos por sus réplicas de cuanto aparato tecnológico se produce o gran marca existe en occidente- tienen dos conceptos para designar la copia: uno para la recreación en la que es evidente la diferencia con respecto al original y otro para las reproducciones exactas. Y no hay lío, porque en su cultura copiar es emular y emular es exaltar.
El problema surge cuando la cosa no es copia, como lo son por ejemplo los famosos guerreros de terracota, valiosos más que por únicos por replicables, sino falsificación, o sea, shanzhai, tan flexible que en el camino se aleja tanto del original y termina, oh paradoja, siendo también original.
Lo dice Byung-Chul Han: “El shanzhai se presenta como una forma híbrida intensiva; el propio maoísmo chino era una forma de marxismo shanzhai. Al no haber trabajadores ni proletariado industrial en China, se transformaron las enseñanzas marxistas originarias. Su capacidad de hibridación hace que el comunismo chino se apropie del turbocapitalismo. Los chinos no ven ninguna contradicción entre el capitalismo y el comunismo”.
Ser una falsificación en China no engendra conflicto mental ni moral ni ético, ya que los productos shanzhai no pretenden engañar a nadie. “En China el shanzhai abarca todos los terrenos de la vida. Hay libros shanzhai, Premios Nobel shanzhai, películas shanzhai, diputados shanzhai”. Pero es que la contradicción no forma parte del pensamiento chino. Este se inclina más bien al "tanto esto como lo otro" que al "esto o lo otro".
El que se confunda, por culpa suya es.
Pero ser shanzhai en Colombia, o comprar shanzhai, o militar en un partido shanzhai, o seguir a un líder shanzhai, es otra cosa, porque aquí la creación no suele ser colectiva y cada producto cultural, comercial, político, literario, está ligado a una marca o a un autor.
Aunque qué va, aquí no hay problema, porque casi todo es “fake” para usar el sinónimo reduccionista en inglés de lo shanzhai. Miren si no: Arias es uribito, Vargas Lleras es independiente, el partido de Santos comienza con “U” de Uribe, la Corte es cueva de Alí Babá, los pilotos piden más que las Farc en La Habana, alias Timochenko le reclama “hechos” a Santos “frente a la desidia oficial para cumplir el acuerdo de paz”, el principio de oportunidad jurídico vuelve cuasi decentes al exgobernador Lyons y al fiscal Moreno, los sapos son héroes y las víctimas, culpables porque se lo buscaron.