El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, hablando ante una multitudinaria manifestación en Caracas el 12 de febrero, manifestó: “La ayuda humanitaria va a entrar, sí o sí, a Venezuela, porque el usurpador va a tener que irse, sí o sí, de Venezuela. No es la primera vez que Venezuela se va a librar de un tirano; esperemos que sí sea la última”.
Vimos a muchos llorar de emoción por la seguridad y valor de este innato líder, de solo 35 años, que inequívocamente ha demostrado tener voluntad y temple de hierro, y sobrada inteligencia.
La ayuda humanitaria enviada por Estados Unidos y otros países, se ha ido acumulando ordenadamente en galpones en las fronterizas ciudades de Cúcuta, en Colombia, y Roraima, en Brasil.
Guaidó dejó muy claro que el 23 de febrero es el día señalado para que la ayuda entre en el territorio venezolano con la colaboración de las Fuerzas Armadas. Él espera que, para ese día, los militares hayan tomado la decisión de unirse a la población, para que esto sea posible sin actos violentos ni derramamientos de sangre.
Es difícil pensar que soldados venezolanos se opongan a que sus hermanos reciban ayudas indispensables y urgentes para salvar vidas. No existen antecedentes en el mundo de que una nación, un gobierno, o un ejército, se niegue a recibir comida y medicinas cuando la escasez existente así lo requiere, no importa la causa de la escasez, o el origen de la ayuda humanitaria que se ofrece.
No creo que haya un solo soldado que quiera continuar viendo a sus compatriotas escarbar las basuras para encontrar algo, cualquier desecho, que alimente a sus familias; o a ancianos que agonizan de hambre, abandonados en un callejón; o a enfermos que sufren o mueren por la total escasez de medicinas. Ninguno puede ser indiferente a los peligrosos partos de las mujeres en clínicas asquerosas, donde no hay ni siquiera sábanas limpias, ni jabón para lavarse las manos los médicos. Las cifras de los fallecidos por falta de atención e insumos médicos, aun los más básicos, son aterradoras y van en aumento.
Así no son nuestros hermanos venezolanos, famosos por su solidaridad. Algo bien conocido desde que formaron parte de las huestes libertadoras que nos dieron la independencia. ¡Los soldados del “bravo pueblo” no serán indiferentes al dolor de su gente!
El grito del pueblo venezolano solicitando ayuda humanitaria, en forma de alimentación e insumos médicos, es masivo. Es difícil pensar que los soldados no sientan lo mismo, así ellos tengan comida en sus cuarteles.
Así no es el orgulloso pueblo venezolano que todos conocemos. Es imposible que los que reciben las famosas cajas con productos alimenticios, muchas veces vencidos, a cambio de comprometerse a respaldar a Maduro, sea como sea, no se sientan humillados por tener que vender su libertad para obtener migajas del régimen, como si fueran mendigos a sueldo. Ellos bien saben que están cambiando un poco de comida para sobrevivir, por su honor. ¡Eso tiene que ser muy doloroso!
Soldados venezolanos, ha llegado el momento de recuperar la libertad, la tranquilidad, la esperanza, la democracia. Ustedes tienen la palabra. Ustedes serán juzgados por la historia como héroes, salvadores de su nación y sus hermanos, o como traidores, esclavos de un tirano. ¡Sí o sí, Maduro se debe ir!