¿Sin tretas no hay paraíso? | El Nuevo Siglo
Lunes, 3 de Marzo de 2025

El escándalo que diariamente se divulga desdibuja cada vez más a los colombianos, quienes, hipócritas, seguimos coreando “que caiga quien tenga que caer” o “los buenos somos más”. Para sobrevivir y trascender, todos necesitamos influir, pero la salvaje competencia y la extrema desigualdad legitimaron la abyección de los medios y fines.

Verbigracia, para atraer electores, los candidatos ocultan sus defectos o exageran sus virtudes, y nos enganchan con promesas, halagos o regalos. Después, ostentando una posición dominante impondrán garantías, tácitas o explícitas, que les permitirán evadir su respectiva penalización (disclaimer). Note que eso advierte un devenir negativo, y prescribe demasiada injusticia.

Quien se someta a pagar esa cuota inicial, periódicamente deberá sobrellevar microagresiones que se exculpan porque se minimizan, atribuyen a las circunstancias o perjuran que no se repetirán. Así, la cuenta se reinicia, la ocurrencia se multiplica porque la manipulación tiene propiedades maximizan su capacidad parasitaria, mutante o contagiosa.

Esto podemos experimentarlo mediante transacciones comerciales o relaciones laborales, cuando no hay un trato considerado y debemos rogar reciprocidad. Acaso nos sometemos a jugar a la persecución, abanderando lástima (victimización), vergüenza/culpa (señalamiento) o miedo (a perder un premio o recibir un castigo).

Condescendientes, acaso le ofrezcan humillarse. Si no acepta, les queda el recurso de la pataleta. Y la mentira siempre les permitirá enmascarar las intenciones, distorsionar los hechos, tergiversar las interpretaciones, justificar las reacciones o delegar las consecuencias y responsabilidades. Así, también pueden inducir al desvarío, acondicionando la trampa de la duda, donde usted invalidará su propia versión y se conformará con lo que le dicten (gaslighting).

En cualquier caso, no habrá empatía y sus necesidades quedarán subordinadas. Eso se normalizó en el ámbito laboral, donde las personas no pueden tomar decisiones básicas, requieren la constante aprobación de su superior y, además de sentir usualmente menospreciadas, terminan creyendo que son incompetentes.

En la cotidianidad y en cada momento de la verdad, esa manipulación pone a prueba el establecimiento de ciertos “términos”, recriminando: “no exagere”; “era una broma”; “deje el drama”; “fue una bobada”; “eso no sucedió así”; “¿enloqueció?”; “¡miente!”; “es su palabra contra la mía”; “si esto le importara, haría (o permitiría) aquello”; “si no me complace, habrá causal de despido [o denuncia]”; “cuánta ingratitud”; “esto es por su bien”; “no desvíe el tema”; “nunca me entiende”; “sólo yo me arriesgué [o sacrifiqué] por usted”.  

Prevaleciendo el egoísmo, prefieren ganar la discusión, aunque pierdan la relación. Demostrando desapego, además, no se sorprenda si esa persona, que aquí hemos intentado describir o descifrar, le anuncia que algún tercero está dispuesto a satisfacer sus necesidades. Presionará usando la indiferencia, el silencio o el distanciamiento, y estará esperando que Usted le pida perdón y repare los daños causados.

Seguramente, muchas veces, Usted habrá sido víctima y victimario de esas “canibalizaciones”. No ignore las señales, no finja que todo está bien y tampoco desfigure la retroalimentación etiquetándola como acoso. Gestione el disenso, no asuma la carga del trabajo ajeno y renuncie al vínculo destructivo.

¿El sucesor de Petro será otro personaje “autodestructivo” que maltrata a las demás personas? ¿El guionista de narcoseries será presidente? ¿Quién recitará yo vine porque quise, a mí no me pagaron? ¿El Messi de la política es el mismo que cobró fama en las redes comentando chascarrillos sobre el recaudo en impuestos y aduanas, mientras dejaba quebrada a la DIAN y al erario?

Compatriota: tiene un año para pensar las respuestas a estas preguntas.