Fue archivada por la Comisión Primera del Senado una propuesta legislativa que reformaba la arquitectura del tema electoral, como parte de una reforma política. Decisión afortunada. Esta reforma que ya el Consejo de Estado había criticado no contribuía a hacer mejor el manejo del llamado ciclo electoral (antes, durante y después de las elecciones). Es que hasta el concepto que hoy y desde hace varias décadas se utiliza para tratar este asunto se ignoraba. Se hablaba de independencia, autonomía, imparcialidad. El concepto que, por lo menos desde 1945 se utiliza es el de integridad del sistema electoral.
Por ejemplo, el título del informe de la Comisión Global sobre Elecciones, Democracia y Seguridad, es: “Profundizando la democracia: Una estrategia para mejorar la Integridad electoral en el mundo.” Esta comisión la presidió el exsecretario general de la ONU, Kofi A. Annan, y participaron cuatro expresidentes, la señora Madeleine Albright, el profesor Amartya Sen, entre otras personalidades.
La Comisión estaba bien clara: “No es suficiente que los gobiernos creen instituciones; los políticos deben respetar y defender la independencia y profesionalismo de los funcionarios, jueces y tribunales electorales”, y, también: “las elecciones celebradas con integridad son elecciones basadas en los principios democráticos de sufragio universal e igualdad política consagrados en normas y tratados internacionales, cuya preparación y gestión son profesionales, imparciales y transparentes durante todo el ciclo electoral”.
Me costaba trabajo creer que la exposición de motivos de los diferentes proyectos de reforma careciera de referencias no sólo al concepto de integridad sino a las recomendaciones sencillas de esta Comisión o de una investigación tan ambiciosa como la que dirigió la profesora Pippa Norris (Harvard y la Universidad de Sidney), a partir de junio de 2012, que ha tenido un carácter global, una manera de mostrar que es un tema de interés para todas las naciones. El título de la primera publicación reafirma lo que se ha dicho: “por qué la integridad electoral importa”, publicado por la Universidad de Cam bridge en 2014. Luego, vendrían otras como “Avanzando la integridad electoral”.
Colombia con su tradición democrática, jurídica y electoral no merecía un tratamiento como el que por fortuna se archivó el martes 4 de octubre pasado.
Se reconoce que la arquitectura electoral colombiana es única en la región. Razón adicional para examinarla con cuidado y compararla con otras en el hemisferio y distintas partes del mundo. Aprender de nuestra experiencia y de las que estén a nuestro alcance. Existen buenos estudios sobre la evolución de este tema en México. Experiencias buenas y deplorables. Lo propio con respecto a Brasil, Costa Rica, Bolivia y otros. Es que siendo un tema tan político que debe ser despolitizado, no es fácil encontrar respuestas apropiadas para los asuntos más complejos como el del nombramiento de los responsables de la jurisdicción electoral.
La jurisdicción electoral tiene que ser impecable, Colombia ha utilizado diversas aproximaciones. Hoy el tema se ha hecho mucho más complejo por la proliferación de partidos débiles. Y nuevas y asombrosas tecnologías están deformando el libre y limpio debate entre los contrincantes por obtener un triunfo electoral. Y el predominio de la mentira y las tergiversaciones hace ilusorio un debate democrático. ¿Es que vivimos la era de la posverdad? ¿Entonces?
Un manejo inadecuado del tema electoral está llevando a los Estados Unidos a una situación que mentes iluminadas anticipan como una crisis. Ya el 6 de enero de 2021 se vivió una descomunal. Rigor y mucho consenso son necesarios. Y la voluntad política de alcanzar la integridad.