“Ambiente prebélico para aferrarse al poder”
Hasta hace un tiempo, la cuestión venezolana podía definirse como una grave crisis migratoria. Pero ya no.
Ahora hay que hablar de una tensión agravada. Es decir, una situación en la que un régimen dictatorial causa daño, por igual, tanto a su propio pueblo como a los pueblos vecinos.
Por una parte, la dictadura oprime a la población, sometiéndola al sufrimiento y forzándola a emigrar, o sea, desterrándola.
Por otra, la camarilla que detenta el poder militariza la frontera, activa la maquinaria chovinista y alberga y patrocina el terrorismo, creando, así, un ambiente prebélico para aferrarse al poder.
Para ser prácticos, en el primer caso, la población venezolana goza del derecho a ser protegida desde afuera por los gobiernos del hemisferio que tienen la capacidad material y la entereza moral; esto es, que gozan de la autoridad democrática para hacerlo.
En el segundo, la comunidad de Estados democráticos del hemisferio tienen el imperativo, la obligación, de amparar a la ciudadanía violentada por la dictadura, aunque esa dictadura quisiera oponerse a ello.
Ahora bien, tanto en un caso, como en el otro y, más aún, cuando los dos casos se juntan, el resultado que se tiene es una clara amenaza a la paz y la seguridad internacionales.
Esta tensión agravada tiene, por lo tanto, un escenario bilateral y otro de tipo colectivo y cooperativo.
En caso de que la euforia patológica y demencial que caracteriza al régimen lo llevase a emprender una maniobra militar contra Colombia, este país no tendría otra opción que apelar al derecho a la legítima defensa.
Por supuesto, el Gobierno Nacional jamás caería en provocaciones ni se dejaría arrastrar a escaramuza alguna por los irresponsables estímulos producidos desde Miraflores por un sanedrín de poca monta.
Pero, llegado el caso, Colombia estaría en la obligación de disponer de sus medios defensivos, concebidos genuinamente como medios disuasivos mínimos, aunque, eso sí, suficientes y comprobados.
Adicionalmente, el país cuenta con el respaldo implícito y explícito de los Estados Unidos y los aliados occidentales, lo que, en sano juicio, debería desalentar a la cúpula chavista de atreverse a una aventura.
Por último, el escenario colectivo y cooperativo no es otro que el de la ayuda humanitaria inspirada, como ya se dijo, en la responsabilidad de proteger.
Porque si algo enseña la doctrina de seguridad cooperativa es, justamente, eso: que los gobiernos democráticos no pueden permanecer impasibles ante el daño que se le está infligiendo al prójimo; y que los causantes del dolor no podrán ampararse en la soberanía para seguir solazándose en el poder y gozando de absoluta impunidad.