La vida es un gran sistema de terminación abierta, es decir, de infinitas posibilidades. Podemos interactuar de múltiples formas, como también asumir la vida en formas diferentes.
Cuando estamos en el paradigma de la Modernidad, en el cual ya llevamos más de cinco siglos, la vida es vista en términos de lucha. La postura aquí es de guerra, de naturalizar el logro del éxito a partir de sofismas anclados en esa misma cosmovisión: el hombre es competitivo por naturaleza o el hombre es lobo para el hombre. Y seguimos reproduciendo el patriarcado en pleno. Aquí la vida se limita, se hace estrecha, de terminación cerrada, puesto que en la cima cabe solo uno o, a lo sumo, unos pocos. Las posibilidades se cierran y en ese cierre pierden muchos.
Desde esta visión de la vida como lucha es esperable, entonces, que hablemos en términos de retos y desafíos, palabras que vienen de la guerra. Reto: “Provocación o citación al duelo o desafío. Acción de amenazar. Dicho o hecho con que se amenaza…” Desafiar: “Retar, provocar a singular combate, batalla o pelea. Contender, competir…” En el DRAE Aparecen otras acepciones, con las cuales se hace natural la guerra y que, al usarlas, nos mantienen en la terminación cerrada de la vida.
La cultura reproduce esto a escalas inmensas: en los medios de información, noticieros, novelas, telerrealidad, concursos. En el sistema educativo, evaluaciones que no tienen en cuenta a la totalidad de los seres humanos y los califica con estándares rígidos. En los deportes, al exaltar la competencia, que por supuesto va de la mano de apuestas multimillonarias y precarios sentidos de pertenencia… En todo caso, es preferible una contienda deportiva a una bélica. Con las dos desarrollamos algunas habilidades, pero con ninguna evolucionamos en consciencia.
A medida que ampliamos nuestra visión nos damos cuenta de otras formas de vivir: cooperar para que no gane uno solo, sino que ganemos todos; poner nuestro valor en ser, no en llegar primeros, hacer o tener… Como el statu quo es de competencia resulta difícil salir de él, mas no imposible. Hay bastante más por fuera de la caja: acciones comunitarias, intercambios, colaboración, solidaridad, mucho de lo que seguramente ya hacemos en la cotidianidad, aunque siga enmarcada en las lógicas de la guerra. Los actos solidarios no serían la excepción, sino el acto poderoso de recordar en todo momento nuestra naturaleza de amor y servicio.
Al conectarnos con nuestro ser entramos al universo de terminación abierta. Con la guía Divina se abren múltiples posibilidades, otras formas de vivir, en mayor conexión con el Amor, la Luz y la Consciencia. Es ahí donde realmente nos transformamos. Y lo hacemos en colectivo, porque solos no podemos.
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