SE conmemoró el cincuentenario del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende, el líder chileno de izquierda que llegó a la presidencia gracias a una muy estrecha ventaja electoral y que en consecuencia se convirtió en un símbolo tanto en Europa como en América Latina.
El triunfo de Allende está muy vinculado a un capítulo de la vida del recientemente creado Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (1968). La historia es muy sencilla. Un joven estudiante de la Universidad de la Sorbona escribió una carta a la Universidad, sin destinatario concreto, y ella fue a dar a las manos de Miguel Urrutia en la Facultad de Economía. Apropiadamente él me la reenvió y esta cayó como anillo al dedo. Yo acababa de recibir una invitación para participar en un Seminario prolongado en el Centro de Pensamiento de los Jesuitas, muy cercano a la democracia cristiana. Era un momento crucial en Chile, con el presidente Frei liderando una fórmula programática de gobierno.
Inmediatamente me comuniqué con Joan Garcés, el joven que había enviado la carta expresando su deseo de hacer un estudio comparativo entre el Congreso colombiano y el chileno. Aparte del apoyo institucional ofrecía dictar un curso que era precisamente el que yo estaba ofreciendo ese semestre.
Me contó que un dirigente republicano español había escrito una carta de presentación para Salvador Allende. Si no recuerdo mal, Allende lo recibió en su casa y le preguntó si la interesaba conocer una campaña presidencial. Garcés respondió con entusiasmo. Y Allende lo invitó a que lo acompañara. Sobra decir que por el camino y en los recesos Garcés teorizaba y hacía diagnósticos sobre la situación política chilena y la mejor manera de ganar la presidencia. Pues quedó matriculado en el equipo de Allende y, pronto, en su confidente. A tal punto que fue uno de sus principales consejeros en la Casa de la Moneda, eso sí con una discreción máxima. En algún momento se supo, pero creo que jamás vieron una fotografía de él. Su papel era una leyenda y un misterio muy grande.
En las ocasiones en las cuales visité Chile quienes sabían que había enseñado en la universidad me preguntaban todo sobre él. En el primer libro que escribió después del golpe lo presentan como amigo personal de Allende y dicen que formó parte de su staff, durante la campaña y que formó parte de sus más próximos colaboradores y que se encontraba con Allende el día del golpe. Y concluyen así: “Fue el único miembro del equipo político que sobrevivió a la masacre en la Casa de la Moneda”. ¿Cómo ocurrió eso? Pues un misterio. Desde entonces jugó un papel estratégico que se tradujo, finalmente, en la captura de Pinochet y en su enjuiciamiento, gracias a la utilización que Garcés hizo de la jurisdicción universal en materia de Derechos Humanos. El libro en mención se titula “El problema chileno: democracia y contra revolución (Marabout 1975, 349 páginas).
Un ejemplo de esa intimidad. Cuenta en el libro que a las ocho y media de la mañana del golpe (11 de septiembre) le pasó a Allende la llamada telefónica del edecán aéreo que le transmitía al presidente la oferta de un avión que hacía el General Von Showen. Respuesta de Allende: “Dígale al General Von Showen que el presidente de Chile no se salva gracias a un avión. Que él cumpla su deber de soldado, que yo sabré cumplir mi deber como presidente de la República”. Luego, a las ocho y media la radio difundió una proclamación para que Allende entregara sus poderes a una Junta Militar. Respuesta: “Inmediatamente respondió reafirmando su voluntad de cumplir su deber democrático, legal y revolucionario” (p.346).
Imposible no destacar que fue un profesor que respetó el ideal de Uniandes: enseñanza de la política, debate político, pero jamás proselitismo partidista o electoral.