En un muy aceptado programa de televisión que se viene emitiendo desde el Siglo pasado y últimamente en la serie Festival Internacional del Humor, que se transmite en estas noches por Caracol TV - y cada final y comienzo de año- el receptor desprevenido está siendo sometido a unos mensajes -no subliminales, sino explícitos- en que el homosexualismo está cobrando cada vez mayor protagonismo.
Son innumerables los sketches y presentaciones de participantes homosexuales, e incluso con actores transgénero -naturales unos, estudiados y simulados otros- que visten, hablan, gesticulan, se mueven estrambótica y amaneradamente dentro de tal concepto que ridiculiza a un sector respetable de seres que complementan la condición humana; pero no hay una regla clara de actuación, como un hilo conductor, algún componente académico racional o manual de instrucciones comportamentales que preparen sicológicamente al indefenso espectador -sobre todo la vasta sintonía de menores de edad- pues operan en horario triple A, para todo público y de nada vale la advertencia cliché de que “deben estar acompañados por adultos responsables”, entre otras cosas, porque los adultos nos estamos volviendo cada vez más irresponsables que los niños.
El tema me parece sensible y creo que las connotaciones y efectos colaterales de esta exposición abierta e indiscriminada al público menor de edad colombiano pueden tener consecuencias insondables para la integridad familiar y para eso que antes llamaban los valores que informan la moral cristiana. El legislador y la Corte Constitucional en trance legislativo ya están haciendo lo suyo con respecto a la transformación -y trastocación- de los conceptos de familia y matrimonio, pero es otro tema. Ahora, en los medios de comunicación, ¿qué es en realidad lo que pretenden los directores, programadores, actores y participantes de secciones de humor de contenido homosexual y transgénero?
Quizás el leit motiv sea el de ridiculizar a ese aún minoritario sector poblacional -lo cual sería irrespetuoso- o tal vez pretendan explotarlo comercialmente como producto que “vende” -cosa no menos vituperable- y vemos que el público espectador sentado en el escenario goza cual enano en campo nudista… pero esas risotadas parecen reales (no compradas por la producción) y seguramente son replicadas por la enorme cantidad de receptores que desde la intimidad del hogar quedan sometidos a un medio tan “caliente”, como la TV; o será que “el medio es el mensaje” y probablemente el resorte que mueve el asunto es el de homogeneizar al receptor multitudinario para que a su vez se convierta -desde su hogar, colegio, oficina, desde la misma calle- en instrumento de efecto demostración de una nueva tendencia del concepto del ser humano, como si estuviéramos en un período de transición desde el modelo tradicional heterosexual a otro estadio?.
El tema amerita ser debatido con seriedad.
Post-it. Resulta que el “golazo” de Darcy Quinn de meternos las mascotas en la sopa a la hora del almuerzo de la cadena Caracol ya está siendo repetido en las madrugadas, para meterlo hasta en los campos oníricos, y como duermo con el radio prendido, tuve esta semana una pesadilla: estaba almorzando en un restaurante y de repente tres furiosos perros y dos gatos gruñones me sacaron de patitas a la calle, porque ese local era exclusivo para mascotas. God save the Queen.