Tres propósitos para San Carlos | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Mayo de 2021

Los buenos navegantes saben que en momentos de tempestad y en medio de aguas procelosas, mantenerse a flote se vuelve aún más importante que alcanzar el destino. Saben que aferrarse al curso trazado inicialmente puede poner en riesgo al navío y extraviar, antes que encauzar, la travesía. Así ocurre también en el mar de la política, sujeto como está también al cambio en las corrientes y los vientos.

La nueva Canciller asume su cartera en tiempos recios. No es el momento para grandes aspiraciones ni de maximalismos. El escenario interno e internacional han cambiado. Habrá que aplazar algunos objetivos, e incluso renunciar a ellos, y definir otros distintos. Las líneas de acción que ayer rindieron fruto pueden haber devenido obsoletas o haberse, simplemente, agotado. Persistir en ellas podría poner en riesgo lo que permitieron obtener en su momento y que sigue siendo materia prima disponible y útil en las nuevas circunstancias.

Como consecuencia de la agitación generada por las movilizaciones y el “paro nacional”, al fragor de los cuales se han producido graves incidentes de orden público, así como a raíz de los episodios que han puesto en entredicho la respuesta estatal, la reputación internacional del país ha sufrido un significativo deterioro. Se ha desatado toda una campaña de “diplomacia paralela” para mostrar una realidad editada y segmentada; para promover una narrativa que no escatima en adjetivos para deslegitimar las instituciones, y para ocultar la gravedad de otros hechos que constituyen un verdadero abuso y perversión del legítimo derecho de reunión y manifestación pacífica, de los que son víctimas, hoy por hoy, una inmensa mayoría de colombianos.

Sin caer en la trampa del negacionismo, y haciendo efectivas las responsabilidades a que haya lugar, urge desplegar una sólida acción de diplomacia pública para poner en evidencia la magnitud del desafío que enfrentan el país y sus instituciones, y el esfuerzo desplegado por las autoridades, en el marco de la Constitución y la ley, para superarlo.

Acaso también ha llegado el momento de hacer un balance y adaptar la estrategia frente a Venezuela, a la luz de la evolución de los acontecimientos en ese país, y atendiendo el peso específico de una vecindad forzosa. Sin ingenuidad ni irenismo, con sentido de realidad y prudencia política. Sin dejar de reconocer el carácter peculiar del régimen de Maduro. Recalibrando la acción multilateral y el papel que ahí ha jugado Colombia, y sin desaprovechar lo que ha permitido obtener hasta ahora. Delinear, en fin, un nuevo espacio frente a Caracas, y, tal vez, con ella.

Y en otro frente, parece imperativo dirigir ingentes esfuerzos a construir y ejecutar con socios regionales y hemisféricos una hoja de ruta, un plan conjunto para responder mejor a los retos pospandemia, multiplicar las capacidades nacionales, ampliar el margen de maniobra, y ganar relevancia frente a otros interlocutores y allí donde se discutirán las cuestiones más cruciales, en lugar de seguir actuando cada uno en solitario y apostándolo todo al “sálvese quien pueda y como pueda”. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales

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