“Silencio de fusiles, el gran indicador de esperanza”
El 24 de noviembre se cumple un año de la firma del Acuerdo renovado de paz con la guerrilla de las Farc, firmado luego del plebiscito donde triunfó el “no”, ajustado parcialmente a los requerimientos de quienes triunfaron y es conveniente que realicemos los balances sobre sus efectos, su implementación y sus pendientes.
Una de las grandes dificultades es el tema de justicia; apenas recientemente la Corte Constitucional le ha dado la vista de exequibilidad al Acto Legislativo que incorpora lo esencial de la Jurisdicción Especial de Paz, con una mirada más hacia los aspectos internos: el tema de inhabilidades de los magistrados, que dejó a muchos descontentos por no permitir que los abogados de derechos humanos participen como jueces; la participación de terceros, que aclaró que es voluntaria y no puede ser impuesta por la JEP, tranquilizando a los sectores empresariales; lo tocante a participación en política de los ex combatientes, que solo es posible si se someten a la jurisdicción; pero dejando vacíos en el tema de sanciones y desencantados por la creencia de regulación sobre la llamada responsabilidad de mando, según estándares internacionales. Para entidades influyentes internacionales como Human Rights Watch, la sentencia de la Corte es un verdadero retroceso en la protección de las víctimas y en las tendencias internacionales sobre lo que debe entenderse por los máximos responsables en este tipo de conflictos.
Tampoco la integración de la Comisión de la Verdad colmó las expectativas generales; demasiado tinte de izquierda y ausencia total del estamento militar -que fue protagonista del conflicto- en su composición, construirán sin duda una verdad a medias sobre la guerra colombiana.
El tema de reinserción de los 15 mil combatientes de las Farc tampoco avanza. La decisión de las Farc es que quieren ser empresarios y no empleados, a través de organizaciones cooperativas, siguiendo importantes modelos internacionales, incluso franceses e israelitas, donde perfectamente se incorporan a la economía de libre mercado; para hacerlo posible no basta la imaginación, se requiere la voluntad decidida de toda la sociedad, brindando reales oportunidades de mercado para los productos de esas empresas. El déficit fiscal, la polarización política en que estamos y el actual debate electoral, se convierten en los enemigos del posconflicto.
Sin embargo de tantas dificultades, hay una realidad tosuda; el silencio de los fusiles, que es la gran indicadora de esperanza. Así se presenten disidencias y abunde la delincuencia común y las Bacrim, hay que reconocer que la transformación de la sociedad colombiana comenzó a darse.